'Menos 'Tómbola' y más Rayo'
Ni ruidosas bocinas, ni gritos de cerveza y alegría, ni petición al equipo de vuelta al ruedo. Vallecas asumió la histórica goleada europea de su equipo como siempre ha asumido las frecuentes derrotas domésticas: con mesura. 'Es que mañana hay curro'. Así explicaba Óscar, un joven aficionado rayista, la insólita tranquilidad que se respiraba en la Avenida de la Albufera, la principal arteria de Vallecas, en la que se encajona el campo vallecano. Diez minutos después de acabado el partido, frente al estadio, sólo quedaban unos hinchas del Girondins de Burdeos que esperaban a su equipo con una bufanda que arengaba a los suyos para que siguiesen adelante, allez, allez.
Los vallecanos, muy activos durante todo el encuentro a la hora de recriminar a Telemadrid su negativa a retransmitir el choque - 'Menos tómbola y más Rayo', se decía en el alguna pancarta- perdieron intensidad al desperdigarse por las calles del barrio.
Sobre la negativa del ente público madrileño a televisar el partido no sólo se pronunciaron los aficionados, también el capitán y el técnico rayistas, Alcázar y Juande Ramos respectivamente, dejaron caer su malestar ante la actitud de Telemadrid. 'Está claro que no se apoya a todos los equipos de la Comunidad por igual', explicó el técnico del equipo español. Los futbolistas del Rayo, quizá mimetizados con su público, tampoco mostraron sus sentimientos de manera llamativa. Apenas saludaron tímidamente antes de entrar en vestuarios, y quienes lo hicieron de manera más notoria fueron los que salieron del banquillo.
Una vez en las duchas, el austriaco Poschner salió a la puerta principal del Teresa Rivero para regalar a tres niños una camiseta. Una voz femenina le avisó de que le esperaba en el coche, 'cariño'. Más normalidad aparente para una noche excepcional. El Rayo ya se dio un atracón de goles en primera ronda frente al Costel.lació andorrano, a quien endosó diez tantos. Pero ni el rival movía a la emoción, ni se estaba a un pequeño paso de colarse en los cuartos de final de una competición de esta categoría.
Sin embargo los 10.000 aficionados que acudieron al campo, poco más de la mitad del aforo del estadio (caben unos 15.000), no perdieron los nervios. Si acaso un poco con el errático proceder con las tarjetas amarillas del árbitro italiano Messina, que amonestaba por lo más nimio (una tarjeta al portero francés por perder tiempo), y no veía lo evidente (varias entradas fortísimas de Dugarry a Mauro). La histórica victoria les dibujó una sonrisa, pero sin perder la serenidad.
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