Mestalla descubre a un genio
Aimar firma un excelente debú con el Valencia, que no pudo ganarle a un notable Manchester
Mestalla vivió una noche excelsa, como no se recordaba desde la pasada edición de la Liga de Campeones. Tuvo gran fútbol, repleto de detalles y de emociones. Aquellas que suelen proporcionar los mejores peloteros. Y ayer los hubo por doquier. Aimar, por ejemplo: un futbolista formidable, un descubrimiento que dejó extasiado al público valenciano. Un crack, vamos. Se estrenó en Valencia, en España y en Europa con un descaro sólo a la altura de su fama. Ni siquiera la impertinente lluvia pudo exterminar su ingenio. El Valencia salió como un tiro a por el encuentro. Jugó con la misma determinación que le llevó el pasado año a la final de la competición. Pero con una diferencia: entonces contaba con el Piojo, que en un par de calambres dejaba resuelta la cita. No es lo mismo que Carew, claro. Su duelo con Stam, entre los dos miden casi cuatro metros, cayó del lado del holandés del United.
Por eso Cúper recurrió en el último tramo a su otro tanque, el uruguayo Diego Alonso, un delantero optimista que trató sin éxito de solventar la falta de gol de un equipo irreprochable desde cualquier otro punto de vista. El United padeció más de lo que preveía, pero demostró su poderío con otra actuación notable. Al final, y pese a la ausencia de goles, la grada se marchó eufórica, consciente de haber visto un choque memorable. Ambos equipos se emplearon sin reservas. Con nobleza y calidad. Se verán pronto las caras de nuevo, el próximo martes en Old Trafford, pero difícilmente podrán exhibirse de la misma manera.
El Manchester estuvo a la altura de su prestigio. Mantuvo a la defensa valencianista al borde del ataque de nervios, a pesar de que ésta actuó con una extrema concentración. No se podía, de otro modo, guardar virgen la portería con semejante arsenal ofensivo de los ingleses. El centro del campo de Ferguson se antoja inmejorable. Sus cuatro hombres se mueven con una deliciosa sincronización. Forman el rombo perfecto. Disfruta de un poco de todo: velocidad (Giggs), precisión (Beckham), carácter (Keane) y pegada (Scholes). Estos cuatro hombres triangulan cuanto quieren, al primer toque normalmente, y con la colaboración de sus dos delanteros, que juegan muy bien de espaldas a la portería, casi siempre de primeras. El pelirrojo Scholes siempre aparece en alguno de los vértices de las combinaciones.
Ante todo eso, el Valencia replicó con ambición. Con Mendieta y Aimar a la cabeza. La visión de Aimar se observó pronto: en un pase de gol a Angulo que fue anulado por fuera de juego. El menudo jugador argentino le dio el toque de distinción que tanta falta le hacía al Valencia. El campo no estaba para sutilezas, pero aún en esas circunstancias sobresale la inteligencia de los mejores, categoría en la que hay que situar inmediatamente a Aimar. Sus movimientos, sus toques y sus desmarques así lo atestiguaron a las primeras de cambio. Y sus regates, por supuesto. Mendieta, por su parte, aprovechó los focos para proseguir su carrera internacional. Se asoció con Pablito Aimar, puesto que hablaban idéntico lenguaje, y a la media hora firmaron una jugada premonitoria: un magnífico pase interior de Aimar que Mendieta no pudo resolver tras una serie de quiebros a la zaga inglesa.
El peligro del Manchester fue fundamentalmente Giggs. Su duelo con el viejo Angloma resultó espectacular. Al zigzagueo de serpiente del galés respondió el francés, a sus 35 años, con su zancada de velocista de 100 metros. Mestalla acabó entregada a Angloma, que salió victorioso de un enfrentamiento inolvidable. El grupo de Ferguson se escoró completamente hacia su izquierda, donde Giggs reclamaba constantemente la pelota. Por el otro lado, Beckham permaneció anónimo. De ahí que aprovechara la libertad que le concede Ferguson para buscarse la vida también en el flanco izquierdo. Sin mucho éxito, por cierto.
El entusiasmo valencianista prosiguió en la segunda parte, en la que entró en acción Barthez. El guardameta francés se sumó al espectáculo dando muestras de su gran toque de balón. Aprovechó cada balón dividido para enseñar su toquecito. Angloma acabó por ganarle la batalla a Giggs ante la algarabía del público enloquecido mientras Baraja le concedía estabilidad a su equipo desde el centro del redondel. Al Valencia, en realidad, sólo le faltó pegada, la que otorga un delantero de los de verdad.
El ritmo continuó frenético hasta el final y Aimar confirmó que se trata de un futbolista especial, de aquellos que, como advirtió Maradona, satisfacen a quien pagó una entrada para verlos. El público de Mestalla, desde luego, se marchó más contento que nunca. Había descubierto a un talento. Y esto es sólo el comienzo.
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