El mal de las televisiones locas
Desde hace tiempo las distintas televisiones publicas y privadas se encuentran embarcadas en una campaña de embrutecimiento social aterradora. Recientemente he tenido la oportunidad de ver un nuevo programa en TVV, al que eufemísticamente denominan Debate Abierto y en el que una presentadora con aspecto de Barbi neurótica y en estado de alucinación permanente se dedica a moderar lo que se supone un contraste de opiniones acerca de un tema de supuesto interés general. Para ello recurren a una mesa de invitados formada, en su mayoría, por personas que en principio debieran tener un mejor conocimiento del tema, pero que en realidad parecen sacados de alguna película de Fellini o con aspecto de haber sido lobotomizados. El publico participante da la sensación de haber sido seleccionado en base a rigurosos criterios de vulgaridad, y se asemeja mucho a esos grupos de turistas japoneses que se quedan encandilados cuando visitan un museo.
Con semejante mezcla sólo puede salir un guirigay impresentable. Resulta patético ver como un simple ciudadano con apariencia normal sufre el síndrome de la cámara de TV, consistente en que cuando ésta se le acerca para solicitarle alguna opinión, el pobrecillo experimenta una situación de trance y empieza a vomitar todas las estupideces que sería capaz de decir a lo largo de su vida, así como las miserias que sería incapaz de contarle al más intimo de sus confidentes, resumidas en tan solo unos minutos de filmación; todo ello para regocijo de un publico ávido de morbo. Me pregunto, por qué esta sociedad que sería incapaz de tolerar la burla de un discapacitado psíquico, permite sin embargo que alguien pueda reírse de un discapacitado social.
La televisión es el medio de comunicación que más influye en los comportamientos sociales y es a su vez el que menos ha evolucionado a la hora de aplicar criterios éticos en sus contenidos, probablemente por estar sometida a un mercantilismo salvaje donde priman los resultados económicos sobre los intereses sociales. Las administraciones publicas y aquellos sectores implicados en el tema debieran tener presente que aparte de los problemas de salud física, como el que recientemente nos tiene preocupados, existen otros problemas de salud social, tan importantes o más, ya que van a condicionar la respuesta de la sociedad a los primeros, y por tanto deberían frenar, dentro de los limites de la libertad de expresión, esta epidemia de entontecimiento progresivo de la población.-
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