Sospechosa invalidez
Varios de los novillos de Antonio Chenel salieron con una invalidez que no era normal. Tampoco es que se tratara de cosa del otro mundo: en la mayoría de los festejos salen los novillos y los toros con una invalidez que no es normal. Ocurre, sin embargo, que las invalideces de los toros y los novillos las venían obviando los taurinos y la autoridad incompetente con cualquier excusa rastrera y bastante cara dura, y no pasaba nada. Pero ahora hay un mal grave, de consecuencias incalculables; encefalopatía espongiforme bovina (EEB) lo llaman, también mal de las vacas locas. Y las caídas de los toros inducen a sospechar si esa anormalidad crónica no les vendrá de ahí.
Si las reses de las granjas destinadas al consumo se cayeran con la frecuencia y las estrepitosas formas con que se desploman los toros de lidia, ya nos habrían echado de Europa. Y, no obstante, en el caso de los toros de lidia, los estamentos implicados en el negocio (la mayoría, al menos) han llegado a un consenso para que no se analicen y se quemen una vez arrastrados, con lo cual se elimina toda posibilidad de prueba sobre el fraude -si lo hay- y sobre la EEB, si existe.
Debutaba la ganadería de Antonio Chenel (Antoñete para el arte) con una novillada hermosísima; unos ejemplares serios al estilo de su encaste Murube, luciendo un trapío que parecía propio del toro cuatreño. Y eso precisamente llama aún más la atención: que luciendo semejantes hechuras, se derrumbaran. Hubo tres que caían fulminados; ni se inmutaban cuando los peones les tiraban de los cuernos y del rabo; les entraban convulsiones. Hasta que, finalmente, se incorporaban y embestían sumisos.
El cuarto no paraba de darse costaladas, y su matador, Carlos García Santos, se ponía a intentar derechazos o naturales, en lugar de concluir aquel vergonzoso cuadro. Esta es otra de las modas: que los toreros les peguen pases a los toros inválidos como si estuviesen enteros, por si cuela. Y lo grandioso es que cuela. Muchos sólo torean inválidos; y los llaman maestros.
Carlos García Santos, que mostró estilo de torero clásico, le cortó la oreja al novillo que abrió plaza por una aseada faena. David Cortijo estuvo voluntarioso aunque le faltó temple para embarcar a los de su lote, uno de ellos tarumba. Miguel Cubillo, igual de voluntarioso, instrumentó largas y deslavazadas faenas.
Valdemorillo, que fue feria de toros íntegros es hogaño escaparate de toros carniformes, chungos, sospechosos de putrefacción. Mal asunto.
Babelia
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