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51º FESTIVAL DE BERLÍN

Nuevo alarde de eficacia cómica del astuto grupo danés Dogma

Tornatore reincide en su fórmula de cine histórico nostálgico

Lone Scherfig considera que Italiano para debutantes es 'el primer filme Dogma de la segunda generación'. Es una cineasta de 30 años, que mira a los mundialmente famosos directores de Mifune, Los idiotas y Celebración como a padres, ya que ella tiene a sus espaldas tan sólo dos intentos de largometraje que no han escapado del cerco de la complicidad de los círculos del Copenhague escondido y subterráneo, donde ella se mueve y mueve a sus anchas a los ocho intérpretes de los ocho hilos que tejen, sin dejar una hilacha suelta, el sagaz y divertido entramado de esta pequeña comedia cruel y oscura, casi negra, pero llena de inteligencia y de vitalidad contagiosa.

Esta minúscula producción arrancó ayer la más unánime ovación oída aquí hasta ahora, en buena parte porque Lone Scherfig usa hilo muy fino para la escritura de su relato y éste alcanza resoluciones muy graciosas, que enganchan fácilmente al espectador. Las situaciones están perfectamente construidas y su secuencia admirablemente esbozada y compuesta, lo que abre una vía firme para que la solvencia de los intérpretes se convierta en credibilidad de los personajes, que es lo que ocurre en el gran salto del folio a la pantalla, pese a algunos chirridos o torpezas o balbuceos de la cámara.

Da la impresión de que Lone Scherfig aún no tiene claro que en una comedia la libertad de la cámara limita brutalmente con la libertad del intérprete, que es de mayor rango expresivo y formal. Y lo cierto es que, en algunas escenas, por suerte pocas, la dirección, la puesta en pantalla, el encuadre y sus juegos, atosigan y cercan a los intérpretes, y éstos han de defenderse de la opresión de su director. Pero por lo general esos ocho intérpretes se interrelacionan con tanta y tan ágil verdad que parecen estar inventando los vaivenes de la comedia mientras la hacen. Y van a ser estos fogosos actores y actrices quienes conviertan al nuevo filme nacido del antidogmatismo de Dogma en parte de la explosión provocada por sus antecesores: un escándalo para la lógica de la producción de cine convencional y conservador, que no acaba de entender por qué filmes tan baratos, y a veces tan desaliñados que tienen pinta de obras de aficionados, alcanzan con escasa o nula publicidad enormes audiencias sin fronteras de idioma.

Es más que probable que el filme italiano Malena, una producción muy cara y exquisitamente cuidada, obtenga una rentabilidad proporcional a su inversión abrumadoramente menor que la que presagia esta chapuza minimalista danesa. Aunque, ciertamente, a este contrasentido puede contribuir la insistencia del director de Malena, Giuseppe Tornatore, en hacernos ver con argumentos diferentes siempre la misma película. El célebre director de Cinema Paradiso lleva 12 años sin salir de la órbita alrededor del mundo de ésta su más bella obra, y su reiteración formal comienza ya a ser fatigosa.

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