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El bajón de la economía fuerza un recorte del gasto en Estados Unidos

Enric González

El bajón económico en Estados Unidos está causando ya dificultades presupuestarias. Mientras en Washington se discute aún sobre qué hacer con el presunto, y cada vez menos probable, superávit federal de los próximos años, los Estados empiezan a recortar gastos porque su recaudación fiscal está muy por debajo de lo que se esperaba. Los 15 Estados que dependen de impuestos sobre las ventas y la producción industrial son los más perjudicados.

La escasez de ventas en la campaña de Navidad y en las rebajas de enero se traducirá, este año, en peores dotaciones para educación y salud en gran parte de Estados Unidos, sobre todo en el sur y el Medio Oeste. El presupuesto escolar de Misisipí, el Estado más pobre, fue recortado un 3% la semana pasada porque los ingresos fiscales se han reducido en 250 millones de dólares; en Carolina del Sur, que tuvo un superávit de 200 millones el año pasado, el gasto en administración tendrá que contraerse un 15%; en Carolina del Norte faltan 740 millones para cubrir el presupuesto y se prepara la declaración de emergencia fiscal (que permite cortar gastos sin aprobación parlamentaria); en Missouri, Kansas, Michigan y otros Estados, la situación es similar. El secretario de Estado de Tennesee, Riley Darley, afirma que los ingresos fiscales han caído 'al nivel propio de una recesión'.

Un estudio de Arturo Pérez, especialista presupuestario de la Conferencia Nacional de Parlamentos Estatales, recogido ayer por The New York Times, demuestra que los Estados disfrutaron el año pasado de la mejor situación financiera en 20 años. Según el mismo estudio, este año las cosas serán muy distintas. 'El cambio ha sido tan rápido que aún no hemos conseguido asumirlo. Pero habrá que adaptarse. Otros Estados sufren lo mismo y, cuando la economía se frena, todo el mundo se ve perjudicado', declaró Jim Hodges, gobernador de Carolina del Sur. Aún hay excepciones: Estados muy basados en los servicios, como Nueva York, mantienen un ritmo fiscal satisfactorio. El pasado 4 de enero, la oficina de Arturo Pérez publicó un informe que pronosticaba un ejercicio fiscal apacible para casi todos los estados. Un mes después, la misma oficina ha rectificado radicalmente todas sus previsiones.

La misión de recortar el gasto será especialmente penosa, porque recae en gobernadores y parlamentarios poco habituados a los sacrificios presupuestarios. 'Nadie elegido después de 1992 se ha visto obligado a recortar un presupuesto', reconoce John Kitzhaber, gobernador de Oregón. 'Este será el año más difícil en una década', anunció Kitzhaber el mes pasado, en el discurso inaugural de la legislatura. La clase política y los ciudadanos se habían habituado a la prosperidad de la era Clinton y nadie está preparado para la nueva situación.

Alarma en Washington

La evolución de los presupuestos estatales resulta ominosa para Washington. La Oficina Presupuestaria del Congreso aumentó, hace sólo unos días, hasta 5,6 billones de dólares (casi mil billones de pesetas) la previsión de superávit fiscal para el conjunto de la próxima década. Sin embargo, la mayoría de los economistas consideran que esos cálculos optimistas son ya papel mojado. El presupuesto federal se nutre principalmente de los impuestos sobre la renta y el patrimonio, que se recaudan anualmente y en los que aún no ha podido traducirse el efecto del bajón económico.

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