El Espanyol desquicia al Barça
Los azulgrana se clasifican tras un 'derby' volcánico, pero pierden a Cocu, que fue expulsado
Vive Dios que por lo visto anoche en el Camp Nou, Barcelona ha recuperado el derby, y con la discusión vecinal vuelven la rivalidad, la pasión, el color y la emoción. Pasó el Barça, como ya se suponía por lo ocurrido en Montjuïc (1-2), pero el Espanyol se hizo valer, y mucho, tanto que acabó por hacer creer a los azulgrana que habían protagonizado un acto heroico: empatar con uno menos y con el árbitro en contra, pues en caso de duda pitó siempre a favor de los blanquiazules. El colegiado fue una calamidad y ambos equipos se sintieron igualmente maltratados.
El Espanyol desquició al Barcelona, que saldó un partido que se suponía de trámite con un balance desgarrador: erró Reina por primera vez; Overmars quedó lesionado; Cocu será sancionado, al igual que Guardiola, y el domingo aguarda el Racing. Ya no queda ni rastro de la goleada al Athletic ante la carga ambiental del partido de anoche, un encuentro copero en toda regla, volcánico, incendiario, futbolísticamente equilibrado.
Flores preparó el partido a conciencia. Puesto que ni un solo factor jugaba a favor de su equipo, propuso una riña en la grada y una refriega en la cancha que destempló al Barça. Vino a decir que el rival era un preso indultado, que iba por la vida de matón, y le dio vida a un derby que por lo sucedido en la ida no parecía tener vuelta. Formó el equipo azulgrana al completo, deseoso de ajustar cuentas, pensando en meter ocho goles y no siete, empeñado en dejar la afrenta del rival en una bravata. Y se equivocó.
Pese a que Frank de Boer cabeceó a la red una pelota servida por Guardiola, en un saque de esquina mal defendido por los noveles centrales del Espanyol, el Barça se enfangó a la primera contrariedad, víctima de la propuesta blanquiazul, enredado en un cuerpo a cuerpo que sólo beneficiaba al rival. Reina cayó como un saco de patatas en un intento de atajar un centro de Sergio y del volteo del portero sacó tajada Roger, que pasaba por allí. El árbitro dio gol y al Barcelona se le vino el mundo encima. Desde el empate, todo fueron calamidades para el equipo azulgrana, que ya llevaba un rato fuera de sitio por la lesión de Overmars. Pusilánime por naturaleza, el Barcelona se encogió y perdió su punto dulce de juego. Y el Espanyol no es un cualquiera. En ausencia de Galca, la familia García Junyent (Óscar y Roger) tomó el mando y pintó unas cuantas contras que pusieron al Camp Nou tiritando. Tuvo suerte el Barça de que Tamudo y Velamazán no controlaran el balón ante Reina en dos jugadas de gol.
Sin embargo, el Barça no desmayó. A falta de juego, empujó y tiró hacia arriba en busca de cerrar el partido como fuera, expuesto también a un contragolpe que pudiera forzar la prórroga. Visto que el partido estaba tan abierto, que la grada estaba tan encendida, que en el campo había tanta tensión, cualquier decisión arbitral podía encender el derby. Pérez Burrull expulsó a Cocu y dejó el terreno abonado para el Espanyol, que puso en escena a toda la metralla: Posse, Lardín, Nishizawa. Le faltó remate aun cuando batió a Reina por segunda vez en una jugada a balón parado que el árbitro anuló por fuera de juego. Respiró el Barcelona, que abandonó el estadio aturdido por cuanto le había ocurrido. El Espanyol, actual campeón, está eliminado, pero sus huellas quedaron bien marcadas en el Camp Nou.
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