Adónde vas, Athletic
Tanto como buenos jugadores, al Athletic le falta el impulso de sus dirigentes para responder a las viejas preguntas del hombre. ¿Quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿adónde vamos?, ¿qué pintamos en el fútbol?
Por muy aleatorio que sea el fútbol, la catástrofe del Athletic en el Camp Nou se avisaba desde hace tiempo. Frente al Barcelona se concretaron en un partido todos los defectos que se apuntaban durante los últimos meses. Tarde o temprano, el Athletic tendría que pagar las gravísimas limitaciones técnicas de muchos de sus jugadores, su sangrante impericia, la incapacidad para estar a la altura de las necesidades básicas que se exigen en Primera División. También se sabía del escaso carácter de un equipo que sólo se moviliza en San Mamés. Fuera de su estadio, el entreguismo del Athletic resulta patético.
Sin juego y sin voluntad, el Athletic estaba condenado a un sopapo histórico. Sólo era cuestión de tiempo y de encontrarse con un rival hambriento, integrado por jugadores de primer orden, dispuesto a hacer sangre. Ese equipo fue el Barça, que se dio un festín. Pero la lectura futbolística no explica por si sola la magnitud del desastre del Camp Nou.
Con estos mismos jugadores, el Athletic alcanzó en 1998 el segundo puesto en la Liga, posición que le permitió disputar la Liga de Campeones y jugar un meritorio partido en Turín, donde empató con la Juve. Por si las fechas, 1998 fue el año del centenario. Desde entonces, el Athletic vegeta en la Liga, sin saber cuál es su papel en el fútbol español.
La atonía nace de una evidente falta de impulso institucional. No es extraño que la última temporada decente estuviera relacionada con un objetivo: la necesidad de honrar el centenario con un puesto a la altura de la historia del club. ¿Qué objetivos tiene ahora el Athletic? Nadie lo sabe. Transita por el limbo, ensimismado y vacío, a la espera de que alguien le señale sus prioridades. Todos los aficionados saben cuáles son los equipos que luchan por el título, quiénes buscan la UEFA, quiénes están aleccionados para evitar el descenso.
Lo más probable es que el Athletic se encuentre de sopetón en Segunda. Ocurrirá cualquier día. Como ocurrió el desastre del Camp Nou. Y no sucederá tanto por la incompetencia de sus jugadores -pésimos equipos del Athletic han salvado otras temporadas con cierta dignidad- como por la pérdida del fuego sagrado, del orgullo competitivo, de la certeza de su propósito en el fútbol. Esas son las cuestiones fundamentales que corresponden a cualquier directiva. Para eso están: para impulsar y pilotar un proyecto. El que sea. Un proyecto del que no se tienen noticias en Bilbao. Sin objetivos de verdad, sólo queda el declive y, finalmente, el derrumbe.
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