_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vergüenza

Se podría intentar hablar fríamente de los sucesos de febrero en El Ejido. Se podría dejar escrito 'sucesos de El Ejido' y pasar a otra cosa. Y, sin embargo, no es posible. Hace un año de aquellos tres días de la ira. Cuando se recuerda lo ocurrido, los habitantes de El Ejido suelen enfadarse y considerar que somos injustos al calificar aquellos sucesos de racistas y, sin embargo, no tienen otro nombre. Racismo fue la violenta caza del inmigrante y racismo es que un inmigrante no pueda entrar en los bares del pueblo y que, en caso de que se le deje entrar, se le cobre más caro un café o una cerveza. Eso pasa en El Ejido, aunque quienes lo denuncian son acusados de mentirosos y no suelen tener fácil la vida cotidiana entre los airados vecinos que encuentran argumentos para justificar lo que pasa en aquel lugar. Desde luego no son todos los habitantes de El Ejido, muchos viven también avergonzados, aunque no se atrevan a decirlo en voz alta, y lamentan que hijos o nietos de quienes se vieron obligados a emigrar en momentos más tristes y desolados de la zona, traicionen su origen y, desclasados por el dinero, rechacen a quienes como sus abuelos, o sus padres, buscan aquí lo que aquéllos buscaron en una Europa que tampoco les fue fácil. Si miramos atrás, muy poco, vemos a un hombre humillado, triste, de pie junto a una maleta de madera, sin abrigo, por muy crudo que fuera el invierno en el que esperaba en la estación un tren que le llevaría lejos del sol y de los suyos, para los que buscaba la pequeña buena vida que aquí se les negaba. Si miramos atrás, muy poco, eso vemos. A esta Andalucía de la que antes salieron tantos, en la que se respiraba la pena de la infinita pobreza que desarraigaba a la gente, llegan ahora otras personas en la misma situación y reciben el rechazo de quienes venidos a la abundancia parecen querer olvidar, o contar la historia a su manera. Lo ocurrido en El Ejido hace un año, todavía a la espera de que se haga justicia con quienes fueron atacados, todavía abiertas las heridas, no ha mejorado sino todo lo contrario. Nada es mejor al cumplirse un año de aquellos tres días de la ira. En El Ejido se enfadan cuando se recuerdan y se dicen estas cosas. No pasan sólo allí, pero allí pasan y, ese ejercicio insolidario de traición al propio pasado, da mucha vergüenza.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_