Adrenalina crónica
Cualquier ser humano se siente presa del estrés cuando percibe que un hecho determinado -el desempeño de un cargo profesional de gran responsabilidad, por ejemplo- hace peligrar su bienestar. El individuo duda entonces de su capacidad para y sobrellevar esta situación.
Ante cualquier fuente de estrés (de origen físico, sobre todo), el cuerpo humano se defiende poniendo en marcha su sistema simpático-adrenal. Este es un complejo sistema hormonal (o más correctamente, neuro-hormonal), que, respondiendo a órdenes cerebrales, hace que nuestras glándulas adrenales liberen unas hormonas (como la adrenalina) encargadas de activar rápidamente nuestras funciones vitales. Así, por ejemplo, cuando damos un brusco frenazo para evitar un accidente de tráfico, sentimos de inmediato los efectos activadores del sistema simpático-adrenal: el corazón se acelera y hasta late con más fuerza (a veces lo podemos llegar a oír), la piel se pone de gallina y nuestros músculos se tensan. De hecho, la enorme capacidad de respuesta de este sistema de alarma o de lucha o huida es lo que nos ha permitido a los hombres, como a otros animales, sobrevivir a las múltiples situaciones de peligro que la naturaleza plantea.
Lo malo es que esta respuesta adaptativa tan eficiente de nuestro organismo quizás sea excesiva para los tiempos que corren. Al menos en las acomodadas sociedades occidentales, donde las situaciones de vida o muerte son infrecuentes. Así, a veces recurrimos innecesariamente a nuestro sistema simpático-adrenal ante fuentes de estrés de origen psíquico o social (más que físico), como los inevitables problemas en el trabajo, o nuestras insatisfacciones personales. O incluso ante situaciones más bien banales, como un simple atasco de circulación. Como estas situaciones muchas veces perduran en el tiempo, nuestra respuesta hormonal también lo hace. ¡Y qué mejor ejemplo de estrés psico-social permanente que el de un entrenador de fútbol!
La misma respuesta hormonal que puede salvarnos la vida en breves momentos, puede llegar a consumirnos si se prolonga a lo largo de semanas y meses: los músculos se atrofian, la sensación de fatiga se hace crónica, y aumenta la tensión arterial. Hasta se pueden llegar a producir úlceras de estómago. Todo ello, por no hablar del deterioro del sistema inmune y de la función sexual. Además, con la edad disminuye nuestra capacidad de frenar la respuesta hormonal al estrés cuando ésta se ha vuelto excesiva. Y no olvidemos que la mayoría de los entrenadores de fútbol tienen más de 40 años, lo mismo que la mayoría de las personas que tienen empleos de gran responsabilidad y, por tanto, 'crónicamente estresantes'.
¿Qué hacer contra el estrés crónico? Primero, se puede cortar por lo sano: apartarse de la fuente de estrés. En el caso de un entrenador, dimitir de su cargo. Segundo, racionalizar la situación de estrés y enfrentarse a la misma de un modo objetivo. Tercera opción: evitar que nuestro cuerpo se active en exceso, recurriendo a técnicas de relajación, o incluso a la práctica de ejercicio físico regular. Para eso está diseñado nuestro cuerpo: para quemar abundante energía todos los días haciendo ejercicio. Qué mejor manera de regular nuestro sistema simpático y de reservarlo para cuando nos sea necesario.
Alejandro Lucía es fisiólogo de la UEM.
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