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21ª jornada de Liga | FÚTBOL

Palermo: mucha potencia, poca chispa

Hombre diana, trabajador infatigable, soberbio cabeceador. El debut de Martín Palermo en la Liga resultó más que aceptable. Una amenaza constante para la zaga alavesista, que no supo cómo frenar a esa mole de 188 centímetros y 83 kilos, siempre bien ubicada para anunciar el gol: fuera mostrando la patita de su poderosa zurda; fuera imponiéndose en el juego aéreo, donde sí es un especialista. No sólo por la altura, sino por la forma de conquistar la posición antes del salto. Tal cosa hizo en el minuto 14, cuando voló hacia el área aquel balón enviado por Calleja, El Loco ganó la posición a los dos defensas, cabeceó hacia atrás y allí apareció Víctor para meterla en el rincón. La grada, que había recibido a Palermo con un mosaico compuesto por 17.000 pósters con el retrato del goleador argentino, creyó por momentos hallarse en La Bombonera. Una pancarta así lo mezclaba: 'Bocarreal'.

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'Me sentí bastante bien. Acá es diferente al fútbol argentino: se juega más fuerte y se corre más, pero me he sentido cómodo', manifestó Palermo. Tocó 11 veces el balón con la cabeza, una de las cuales desembocó en el gol de Víctor, realizó un regate, dos pases, una pérdida del cuero, otra recuperación, y fue objeto de dos supuestos penaltis que no advirtió el árbitro, sobre todo el primero: Contra le bajó los pantalones de un estirón al goleador argentino; y aunque no se le viera nada, ni siquiera la ropa interior, era penalti.

Todo eso llenó de satisfacción a su entrenador, Víctor Muñoz, que señaló: 'Con Palermo tenemos más opciones para ganar en casa. Hemos visto ya lo que nos puede dar, y eso a pesar de que no está en plenas condiciones. Le falta ritmo y estar integrado en el grupo'. Palermo, sin embargo, no se sintió del todo contento. 'Soy egoísta y algo me falta porque no hice gol. El gol siempre está en mi cabeza', indicó.

A quien no le hizo ni pizca de gracia Palermo fue al técnico del Alavés, Mané: 'Es un jugador que ha mostrado su pillería en el área con caídas muy ostentosas'.

En cuanto a la afición, entendió que a su nuevo ídolo no le podía pedir carreras largas, ni siquiera acometidas veloces. Cuando lo intentaba, se ponía rojo y llegaba asfixiado, con ese correr pesadote y desgarbado. Pero aún sin eso, sin la chispa que le darán supuestamente los partidos venideros, la grada se sintió encantada con su rendimiento. Sabe que lo suyo es el área. Ahí se mueve como pez en el agua. Se deja caer a los costados del rectángulo y busca emparejarse con los laterales. Si se le pegan los centrales, los centímetros se equilibran. Ayer su sombra fue el noruego Eggen, otro que ronda los 190 centímetros. El Madrigal, pues, vivió una tarde de éxtasis y la afición ya se frota las manos con sus delanteros.

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