La izquierda israelí teme que un triunfo de Sharon refuerce a los partidos religiosos
La derecha aguarda impaciente la victoria de su candidato en las elecciones del martes
Ariel Sharon está a las puertas del poder. Como si fuera un nuevo Mesías, la derecha radical israelí aguarda impaciente el advenimiento del líder indiscutible del Likud, mientras que la izquierda laica empieza a inquietarse y temer que su victoria en las elecciones a primer ministro del próximo martes conlleve la potenciación de los movimientos religiosos y los nacionalistas radicales, y la perdida de los márgenes de libertad disfrutados bajo el Gobierno laborista de Ehud Barak. 'Preparaos para la llegada de Sharon', titula la prensa con ironía.
Los colectivos progresistas más frágiles están intranquilos. Los primeros en salir a la calle han sido los colectivos de homosexuales y lesbianas. Lo hicieron el pasado viernes por la calle Shenkin de Tel Aviv, símbolo de la laicidad y de la alegría de una ciudad que trata de ser el contrapunto de la religiosidad de Jerusalén. La jornada de movilización, bautizada con el lema 'para Barak con amor', tuvo como objetivo primordial reivindicar el voto para los laboristas en las próximas elecciones y alertar al mismo tiempo a la sociedad sobre los peligros de una derechización radical.
'No dejaremos que nos devuelvan al armario', aseguraban con una pancarta varias decenas de manifestantes, mientras en otra se aseguraba taxativamente que había que impedir el paso a Sharon, porque 'no podemos hipotecar nuestro futuro'. La marcha, a pesar de ser minoritaria, tuvo el mérito de convertirse en el primer aldabonazo de una sociedad laica que teme la llegada al poder de la derecha radical y la ascensión de sus aliados naturales: los partidos religiosos y los nacionalistas fanáticos.
Los cálculos parlamentarios de Sharon no constituyen ningún secreto: necesita aliarse a las organizaciones religiosas y nacionalistas si quiere controlar un Parlamento de 120 escaños en el que el partido nacionalista Likud sólo cuenta con 19 diputados. La lista de futuros colaboradores políticos se encuentra prácticamente cerrada. Junto a los religiosos ultraortodoxos de Shas se alinearan los de Torá y Judaismo y los del Partido Nacional Religioso, las dos organizaciones de emigrantes rusos (Israel Baaliya e Israel Beituni), así como los exaltados de Unidad Nacional. En total 58 escaños, a los que se sumará el apoyo individual de otros cinco diputados provenientes del Partido de Centro y de Gueser.
'Estamos dispuestos a entrar en el Gobierno de Sharon, pero pediremos a cambio contrapartidas; es lo lógico en cualquier proceso político', confirmaron a EL PAÍS dirigentes del partido ultraortodoxo sefardí Shas, quienes confesaron que se han ofrecido ya a colaborar con el futuro Gobierno del Likud, recibiendo como contrapartida el control de al menos cuatro ministerios, entre ellos alguno clave, como el de Educación, si no logran llevárselo antes los religiosos askenazis del Partido Nacional Religioso.
La inminente llegada de Sharon al poder ha empezado también a preocupar a los sectores económicos de Israel, que desde hace cuatro meses no hacen otra cosa que acumular pérdidas como consecuencia de la Intifada y que han visto poco a poco como se aleja el espectro de la bonanza económica y de las inversiones que llegaron a la zona acompañando los Acuerdos de Oslo en 1993. 'Con Sharon no mejorará nuestra situación', asegura el director del hotel Shepherd de Jerusalén, mientras se queja que desde que se inició la revuelta palestina las habitaciones están vacías. Considera, sin embargo que su situación es casi un privilegio si se compara con la de otros muchos establecimientos de Jerusalén, que ante la imposibilidad de hacer frente a los costes de mantenimiento se han visto obligados a despedir a sus empleados y cerrar sus puertas. El sector de la hostelería y el turismo se encuentra paralizado en un 80%, según cifras oficiales.
'La paz será imposible'
La inquietud por la llegada de Sharon hace estremecer a los países vecinos de Israel, especialmente a Jordania, Egipto y Líbano, cuyos dirigentes han coincidido en los últimos días en asegurar que su elección como primer ministro añade desasosiego a la zona y repercutirá negativamente en el proceso de negociación con los palestinos. El primer ministro libanés, Rafic Hariri, ha sido el más contundente, al afirmar sin ambigüedades que 'la paz será imposible con Sharon'. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, también se muestra reticente respecto al líder del Likud. Tras recordar que éste siempre se ha negado a dar la mano a Yasir Arafat, ha acabado mostrándose prágmatico al afirmar: 'Si quiere algo de mí, que me llame, pero si me llama por llamarme, pierde su tiempo'.
La intranquilidad ha empezado a filtrarse también en los ministerios de Jerusalén y Tel Aviv, incluido el de Asuntos Exteriores, desde donde se prepara una campaña internacional para mejorar la imagen en el exterior de Sharon, que se pondrá en marcha tan pronto como gane las elecciones. 'Tendremos que trabajar duro', aseguraba un alto funcionario, olvidándose de que trabajaba para una Administración laborista y que su jefe, hasta el martes, se llama Ehud Barak.
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