'Mi cine no tiene ni estrenos ni estrellas'
Aunque en su documento de identidad consta que su profesión es la de realizador de cine, esta actividad de Pere Portabella (Figueres, 1927) es seguramente la que menos conoce la mayoría. En general, se le tiene presente como agitador social durante el franquismo, político de izquierdas que movió importantes hilos en la transición democrática, intelectual adinerado y, sobre todo, como anfitrión del célebre suquet. Él es consciente de que sus otras facetas han difuminado la de cineasta y lo atribuye a 'la falta de interés mediático' por su filmografía, que, en parte, comprende. 'Mi actitud no es fácil de vender mediáticamente. El mío es un tipo de cine que no tiene ni estrenos ni estrellas. No es un producto de escaparate'.
Por eso, le hace una particular ilusión que el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (Macba) haya pensado que su cine tiene cabida en una exposición. Una iniciativa que no recibe como un homenaje. 'Me sentiría ridículo en un homenaje', confiesa. 'Entiendo la exposición', añade, 'como un espacio de trabajo, una revisión crítica de mi obra. Estoy en activo y trabajando, de modo que me seduce que se organice un foro de discusión que no se reduce a mis películas, sino que se plantea como una propuesta interactiva y viva'. Portabella se inició en el cine como productor. La dirección llegó más tarde. El primer filme que produjo fue Los golfos, de Carlos Saura, en 1959, y el último hasta ahora, El tren de sombras, de José Luis Guerín, en 1997. Otros dos importantes títulos en su haber como productor son El cochecito, de Marco Ferreri, en 1960, y un año después Viridiana, de Luis Buñuel. Como director se le vincula a la Escuela de Barcelona -surgida a finales de la década de 1960 y principios de la de 1970, entre cuyos cineastas se encuentran Jacinto Esteva, Joaquín Jordá, José María Nunes, Ricardo Bofill, Vicente Aranda y Gonzalo Suárez-, pero él se desmarca de esta adscripción: 'Sus miembros eran amigos míos, somos contemporáneos y con ellos me sentía bien, pero no participé en el grupo porque, como proyecto, no me interesaba'.
En cambio, sí se reconoce plenamente como uno de los integrantes del Grup de Treball, colectivo de creadores que entre 1973 y 1975 desarrolló todo tipo de actividades artísticas de carácter político y experimental, enlazando con las corrientes conceptuales. Pertenecieron a este grupo, por ejemplo, los artistas Antoni Muntadas, Francesc Torres, Jordi Benito, Àngels Ribé y Francesc Abad. 'Me impliqué mucho con ellos. De esa época, mis filmes Vampir-Cuadecuc y Umbracle pueden considerarse películas conceptuales y, de hecho, mi cine tiene una faceta conceptual porque doy mucha importancia a la idea'.
Portabella se considera un 'cineasta conceptual'. También un artista. 'Si entendemos por artista al que asume un lenguaje creativo con libertad e intenta articularlo a través de un discurso coherente, en este sentido, lo soy'. Para él, la forma es asimismo importante: 'La manera de implicarte en una película, en un cuadro o en un libro es el lenguaje. Todo depende de cómo lo expliques. Nadie es inocente, ni ingenuo, ni está fuera del mundo. La exigencia del lenguaje es una opción personal. Para mí, el naturalismo o el neutralismo no aportan nada desde el punto de vista del autor'.
Portabella afirma que nunca ha querido ser un notario de los momentos históricos que ha vivido. 'Siempre he rodado como un cineasta. Jamás he querido hacer una crónica política'. A pesar de esta afirmación, en su filmografía constan películas que pueden considerarse documentos políticos, como Informe general (1976) y la inédita El sopar -rodada clandestinamente en la noche del 3 de marzo de 1973, la misma en que ejecutaron a Salvador Puig Antich-, que en su momento no pudo estrenarse por un sonido deficiente. La exposición recupera esta cinta, que retrata una cena de cinco ex presos políticos, con el sonido digitalizado y perfectamente audible.
Portabella dice sentirse cómodo haciendo cine porque 'es un trabajo de equipo'. Esta condición del oficio de cineasta él la ha llevado al extremo colaborando con artistas de la talla de Joan Miró, Joan Brossa y Carles Santos, autor de la música de muchas de sus películas. Con Brossa escribió los guiones de sus dos primeros filmes, No contéis con los dedos (1967) y Nocturno 29 (1968), y la relación se mantuvo, aunque en menor medida, en Vampir (1970) y Umbracle (1971-1972). Miró fue el protagonista de varios cortometrajes. El primero fue un encargo del Colegio de Arquitectos de Barcelona para la exposición Miró l'altre, en 1969. 'Querían que rodara a Miró mientras pintaba un mural sobre el cristal del edificio como reclamo de la exposición. Les dije que para hacer un documental yo no era el adecuado, que sólo lo haría si después podía rodar también a Miró borrando la obra. Cuando le expliqué la idea a Miró, estuvo de acuerdo, pero mucha gente se escandalizó de que se borrara la obra'. Los otros filmes -Premios nacionales (1969) y Miró forja (1973)- eran, según afirma, encargos que le consiguió el artista para que así tuviera presupuesto para hacer su cine. Además, recuerda, el único cartel que hizo Miró fue para Umbracle, lo cual, gracias a la venta de las litografías, le permitió financiar parte del filme.
A través de la biografía de Portabella puede explicarse gran parte de la historia de la cultura catalana de este siglo ya que ha estado relacionado con casi todos sus protagonistas, Dau al Set y la gauche divine incluidos. Los que faltan es por voluntad del cineasta, pese a que eran sus vecinos en el Empordà. 'No fue fácil, pero conseguí no conocer a Dalí, aunque considero que una parte de su obra es importante históricamente. Y, lo que aún fue más díficil, tampoco quise conocer a Josep Pla, que es uno de los grandes prosistas'.
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