Aimar, la joya del River
El Valencia, decidido a tirar la casa por la ventana por uno de los futbolistas de moda en Argentina, a quien Maradona considera su sucesor en la selección
Estaba ahí, rendido, con los ojos llenos de asombro cuando vio que el dedo de la mano de Dios apuntaba hacia él antes de decir: 'Pablo Aimar tiene todas las características para ser quien me sustituya en la selección argentina'. Y eso que, como se sabe, Dios es fanático de Boca, donde jugó con el nombre de Maradona y Aimar, de 20 años, es la figura destacada de River.
Ganó títulos suramericanos y mundiales en las selecciones juveniles de Argentina, fue considerado el mejor jugador de la temporada 1999-2000, es un pibe callado, tímido, querido y respetado por compañeros y rivales. Los aficionados confiaban en que, al menos esta vez, los directivos cumplirían su promesa de 'hacer todo lo posible' por retenerle, pero ya se va. Otro más que se va. Si no es al Valencia -que ha presentado una oferta de 18 millones de dólares (3.100 millones de pesetas)- será a otro club europeo, a alguno de los numerosos candidatos dispuestos a hacerse con sus servicios.
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Fernando Hidalgo, representante de Aimar, ya conoce las intenciones del Valencia, que incluso ha propuesto distintas fórmulas para satisfacer al River, como comprar a Aimar por 3.000 millones y, en caso de un posterior traspaso, que el River también obtuviera tajada de la operación. La difícil situación del club argentino, que trata de cubrir el pasivo antes de las elecciones que deben celebrarse este año, augura un inminente trapaso. El River, según fuentes del club valencianista, pide 19 millones de dólares, uno más de lo que ofrece el Valencia.
Al payaso - por deformación de payito, el apodo familiar - o Cai, como le llama la prensa, por otro Aimar, un ex jugador del Rosario Central y actual entrenador que también dirigió en España, le incomodan los elogios y las alabanzas que le colocan en situaciones sobre las que no sabe qué decir. Cuando un periodista le preguntó si se sentía ya el mejor jugador argentino, contestó: '¿Y vos ya sos el mejor periodista del país?'. No se trata de falsa modestia, está convencido de que le falta 'muchísimo' para compararse con ídolos del River como fueron el Beto Alonso o Francescoli.
Aimar reacciona con extrema timidez cuando las chicas le acosan a la salida de los entrenamientos o en los conciertos de Los Piojos, su banda de rock preferida. Tiene esa natural sencillez y humildad que distingue a los chavales criados en los pueblos de las provincias argentinas.
El payito, como le llaman los amigos de la infancia en la ciudad de Río Cuarto, al sur de la provincia de Córdoba, nunca se fue de allí. Habla por teléfono, se comunica por Internet y en cuanto puede regresa para jugar al fútbol con ellos. Su padre, el Payo Ricardo Aimar, un ex jugador, fue su primer entrenador en el Estudiantes de Río Cuarto. Los dos comparten además la afición por el Belgrano de Córdoba.
Pablito no soportó estar lejos de su familia cuando llegó desde su pueblo a probarse en la cantera del River, a los 14 años, y regresó. Le tuvieron que ir a buscar. Cuando le citaron por primera vez a la selección juvenil, se volvió a Río Cuarto convencido de que en su puesto los había mejores. Le tuvieron que ir a buscar. Primero fue Daniel Passarella, entonces entrenador del River, el que habló con el padre y le prometió que estudiaría en la escuela del club. Luego fue Pekerman, el actual director general de las selecciones nacionales, el que habló con Pablito. Jugar en el River, en la selección sub-17, en la sub-20 y ahora en la mayor... nada podía compensar la tremenda nostalgia que el Payito sentía en Buenos Aires al recordar a los amigos y sus partidos de fútbol a orillas del Río Cuarto. La madre, el padre y el resto de la familia se turnaban para acompañarle.
Cuando le destacaron como el mejor jugador y como autor del mejor gol de la temporada, el que le hizo al Boca en octubre de 1999, Pablo sabía que pronto vendrían por él desde Europa y no quería 'ni hablar' de eso. En la selección se hizo muy amigo de Riquelme, el media punta del Boca. Cada uno dice del otro que es 'el mejor de todos'. Las barras bravas de ambos equipos aceptan 'que los pibes sean amigos' a pesar del odio que ellas se tienen entre sí.
Ahora, sólo espera que le digan cuándo y adónde. Y que le aseguren que parte de la familia podrá estar allí con él. A diferencia de Riquelme, el payito es un poco más bajo, más flaco y mucho más veloz . El fútbol le pasa por la cabeza a una velocidad extraordinaria. Todavía no alcanza la genialidad, pero la roza a menudo.
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