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Entrevista:ÀNGELS MARGARIT | AMIGOS Y VECINOS

'Aunque lo utilice, la danza no tiene cuerpo'

Pregunta. A veces da la impresión de que los bailarines sólo salen en la prensa para quejarse de lo escaso de las subvenciones...

Respuesta. Pues no cuentes conmigo para adoptar ese papel: no es un tema que me interese mucho. Para mí, lo importante es que llevo 22 años dedicada a un trabajo que me gusta y prefiero hablar de él que de si cae o no cae la subvención. Puestos a hablar de dinero, sería más razonable hablar de estructuras que favorezcan a la danza. Estructuras que existen en otros países y que en el nuestro brillan por su ausencia. En Francia, por ejemplo, yo no tendría que pagar las 275.000 pesetas mensuales que cuesta el local de ensayos. La administración me habría puesto las cosas más fáciles.

P. O sea, que se sigue tratando mejor a la danza fuera de nuestras fronteras.

R. Francia tal vez sea el mejor sitio. No sólo porque traten decentemente a sus bailarines, sino porque pueden extender ese buen trato a los extranjeros. Siempre ha sido un país al que le ha gustado practicar la adopción de artistas, que es algo que no puede decirse del nuestro. Otra cosa que no controlamos es el lógico intercambio. Nos pasamos la vida intentando llevar a nuestros artistas al exterior, pero no fomentamos la visita de los extranjeros. Hablo a nivel español y catalán. Y hablando en concreto de Cataluña... No sé, tengo la impresión de que tenemos una relación precaria con España y con Europa, que no tenemos bien resuelta la cuestión del vecindario cultural.

P. Pero tú y tu grupo habéis actuado en un montón de países.

R. Unos 20, lo cual te lleva a replantearte los espectáculos en función de la identidad de cada público. No es lo mismo bailar para un español que para un belga o un japonés. De hecho, bailar para un japonés es una experiencia muy especial: los japoneses, no sé si me explico bien, son una audiencia que hace los deberes, que llega al espectáculo muy preparada, que sigue las claves que pueda haber en el programa de mano. Y cuando acabas, se te acercan para decirte que lo han entendido todo o que algo se les ha escapado.

P. La danza tiene fama de ser un espectáculo incomprensible, casi un código para iniciados.

R. ¿Tú crees?

P. Bueno, cuando yo, por motivos que no hacen al caso, iba a espectáculos de danza, en el público sólo estaban los novios de las bailarinas y miembros de otras compañías.

R. Debe de hacer bastante que no vas a ver danza...

P. Intento mantenerme informado gracias a mi amigo Jacinto Antón, que es mi asesor personal de danza, arqueología y esgrima.

P. Pues las cosas han cambiado bastante. Para mejor. Frente a tanto comentario catastrofista puedo decirte que el público se ha ampliado notablemente y ya no se reduce a los novios de las bailarinas y los miembros de otras compañías. La gente se ha acostumbrado a la danza. Con retraso con respecto al resto de Europa, pero lo ha hecho. Mucha gente llega ahora a la danza a través del teatro, y no es de extrañar ya que la danza tiene elementos narrativos y musicales... Todo ello sin perder la pureza, pues yo creo que es un arte muy puro, un arte que utiliza el cuerpo como instrumento pero que, en realidad, no tiene cuerpo. Es una mezcla de sentimientos, de impulsos, de movimientos...

P. Y a veces de matemáticas. Recuerdo un espectáculo tuyo en el que todo funcionaba como una maquinaria bien engrasada, desprendiéndose de todo ello una cierta sensación de frialdad robótica.

R. Supongo que te refieres a Kolbebasar... Sí, supongo que tenía ese punto matemático del que hablas, porque tal vez, en esa época, prefería que primara la estructura, el orden, sobre los sentimientos... Luego vino la que podríamos llamar mi fase vegetal... Luego... Fases, todo son fases. No te puedes pasar la vida haciendo lo mismo. Bueno, hay quien lo hace y ha encontrado en ello la clave de su éxito, pero a mí no me interesa. Soy un ser vivo que recibe influencias, y esas influencias van cambiando. Además, hacer siempre lo mismo, por rentable que resulte, acaba siendo frustrante. Yo creo que el artista no debe consagrarse a lo que domina, sino perseguir lo que desconoce.

P. ¿La literatura tiene algún tipo de influencia en lo que haces?

R. Por supuesto. Pero se trata forzosamente de una literatura de fragmentos. En una época me fue muy útil Rilke; en otra, el Pessoa de Fragmentos de un viaje inmóvil; más recientemente, un libro como El cazador de instantes, de Rafael Argullol... Fragmentos literarios para fragmentos de danza.

P. ¿Qué relación mantienes con la danza clásica?

R. Ninguna. Me parece otro planeta. Puede ser muy hermosa y muy respetable, pero no veo la necesidad de reproducir en un escenario coreografías pensadas hace 70 años. Me parece muy bien que se haga, entiéndeme, pero a mí, personalmente, no me sirve de nada a un nivel creativo. Prefiero una danza que se comunica directamente con la sociedad de la que forma parte.

P. Bueno, en la época de Diaghilev se consideraba la danza como el arte total, que bebía de varias fuentes y estaba conectado con la sociedad. El concepto funcionó, aunque algunos de sus más firmes partidarios fueran chiflados como los teosofistas: el gurú Gourdjeff, la inefable madame Blavatsky...

R. Me gusta la definición de arte total. Sin pedantería, claro. La danza no es algo cerrado en sí mismo. ¿Conoces la revista Mouvement?

P. No.

R. Se hace en Francia y el editor es un bailarín, pero trata muchos otros temas de la cultura, especialmente aquellos con los que la danza puede ser fácilmente emparentable: teatro, música, arte...

P. ¿Qué opinas del éxito de espectáculos como Riverdance y demás delirios seudoirlandeses del terrible Michael Flatley?

R. Eso no es danza, eso es un fenómeno sociológico. De repente, a medio mundo le encantan los taconazos. No me ofende especialmente. Es como si me cabreara con las coreografías de los espectáculos de Broadway. Cada cosa va por su lado. Lo importante es que Mudances lleva 16 años en funcionamiento. Pronto estrenaré un espectáculo con la compañía y otro en solitario. Ya no ensayo sobre hormigón, sino sobre madera. Si tengo algún problema físico recurro a un buen osteópata, aunque mi cuerpo se porta bien conmigo a pesar de mis 40 años. Como te decía al principio, hago lo que me gusta y ni mi hija ni yo pasamos hambre. ¿Qué más se puede pedir?

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