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De amarillo bajo la lluvia

En Amsterdam, una ciudad totalmente llana, la bicicleta es desde sus orígenes el medio de transporte preferido de los 727.000 habitantes. Más de 600.000 bicicletas (algunas personas tienen más de una) ruedan por los casi 1.000 kilómetros de carril que recorren una capital en la que no es infrecuente ver al alcalde desplazarse dando pedales.

Ni el mal tiempo impide que alrededor del 40% de los traslados, tanto por cuestiones laborales como privadas, se hagan en bici, y según una reciente investigación de la Asociación de Ciclistas de Amsterdam (Fietserbond), en velocípedo se llega, de media, 10 minutos antes que en coche a cualquier lugar del centro.

El respeto del que gozan los ciclistas en el tráfico reduce el riesgo de sufrir un accidente grave o muerte a 0,14% por cada millón de kilómetros pedaleados.

El frío y el agua son detalles poco relevantes para los holandeses. Tienen una especial habilidad para pedalear con paraguas o se embuten sin vergüenza en un traje amarillo contra el agua.

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