Estado de emergencia
Los cortes de suministro sufridos durante la semana han supuesto pérdidas de 290.000 millones de pesetas
Las gasolineras del norte de California empiezan a quedar desabastecidas. El oleoducto que distribuye el combustible por todo el Estado, operado con electricidad, ha sufrido parones diarios de entre 12 y 5 horas desde el martes, suficientes como para dejar vacíos cientos de surtidores. La cervecera Miller traslada sus actividades a Tejas y ha despedido ya a 200 de sus empleados californianos. Son sólo algunos ejemplos de la catástrofe, los primeros. Lo peor está por venir.
Los cortes de energía de esta semana han supuesto un coste de 1.700 millones de dólares (unos 290.000 millones de pesetas), sumando los salarios y las ventas perdidas y el descenso de productividad, según Jack Kyser, economista jefe en el Consejo de Desarrollo Económico del Condado de Los Ángeles. 'Esto es una bola de nieve. Los efectos negativos', dice Kyser, 'se multiplicarán en los próximos días'.
Los siguientes afectados pueden ser las refinerías. Si el oleoducto no funciona con regularidad habrá que interrumpir el refino. Valero Energy Corporation, que produce el 10% de la gasolina que se consume en California, anunció que su refinería de Benicia se cerrará temporalmente el martes o el miércoles si Kinder Morgan, la operadora del oleoducto, no da soluciones. Kinder Morgan está atada de pies y manos si no dispone de electricidad.
Desabastecimiento
Los siguientes en la cadena son los automovilistas. De vaciarse una cantidad significativa de estaciones de servicio (en California no hay apenas camiones cisterna para el reparto), los precios se dispararían y la crisis alcanzaría niveles insospechados de gravedad. Éste es un Estado de grandes distancias y casi sin transporte público, dependiente del coche. El gobernador, Gray Davis, ya ha puesto sobre la mesa 400 millones de dólares para la compra de electricidad. Pero reconoce que esa suma durará un par de días. El sábado afirmó que 'como última posibilidad', el Gobierno del Estado estaba dispuesto a gastar hasta 5.000 millones de dólares (850.000 millones de pesetas) para aliviar el problema durante 'dos o tres semanas'.
El aval político a las distribuidoras, por otra parte, no salvará a éstas y puede colocar en una situación financiera 'crítica' al Estado, según Phil Verleger, especialista en energía de Newport Beach.
El gobernador Davis baraja una serie de medidas de emergencia, todas ellas impopulares, que debería empezar a aplicar a partir del día 29, en que se celebrará una reunión entre el Gobierno estatal y todas las eléctricas. El miércoles pasado, el gobernador decretó el estado de emergencia, que le autoriza a disponer de fondos públicos con que adquirir la electricidad que las generadoras se niegan a vender a las distribuidoras. A partir de ahora tendrá que imponer normas de ahorro energético, suspender las leyes contra la contaminación (que habían conseguido acabar con la capa marrón de aire polucionado que durante un par de décadas flotó sobre Los Ángeles) para que puedan volver a funcionar las centrales paralizadas desde 1998 y, probablemente, permitir una subida de tarifas.
Retirada de inversiones
La cervecera Miller, una de las mayores de Estados Unidos, anunció el viernes que se daba por vencida y que reducía al mínimo sus actividades en California. Despidió a 200 de sus 750 empleados en la planta de Irwindale (en las afueras de Los Ángeles), concedió vacaciones a otros 200 y se preparó a 'afrontar lo que venga', en palabras de Víctor Franco, uno de sus directivos. Miller ha sufrido 22 apagones en los últimos seis meses y su factura eléctrica, que antes negociaba directamente con los productores, se ha disparado: hace un año pagaba el kilovatio a 6,5 centavos; ahora lo paga a 7,20 dólares. Es un aumento superior al 1.000%.
Intel, el mayor productor mundial de microprocesadores para ordenador, también está harta de los problemas con el suministro eléctrico. 'No invertiremos más en California dentro del futuro previsible', dijo su director ejecutivo, Craig Barrett.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.