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Crítica:ANTENA 3 | 'PAPÁ'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ser padres

Pepe Navarro ha regresado a televisión como director, guionista y productor de una comedia llamada Papá (Antena 3, jueves, 23.15 horas). Está condenada a recibir muchos palos y, precisamente por eso, merece un poco de atención antes de que la fulminen con demoscópica ira.

Programada en un horario que no es el suyo y concebida para una franja que no le conviene a la cadena, Papá retrata el entorno de una pareja de treintañeros que acaba de tener su primer hijo. En el primer capítulo, un cubista sentido de la narración consiguió que ni Javier Gil, Javivi, ni Mónica Molina, teóricos protagonistas, aparecieran demasiado para que los secundarios pudieran lucir sus desiguales y absurdos encantos.

Los padres de la pareja resultaron ser, por un lado, un par de fachas en el más puro estilo Valle de los Caídos, y por el otro, una yonqui de la cirugía estética y un chuleta de balneario con peluquín, algo así como el hermano freak de Arturo Fernández.

No me quedó claro qué pintaba María Isbert, pero me pareció verla moviéndose por la habitación del recién nacido calzada con unos enormes guantes de boxeo (juro que no había tomado nada), rodeada por una corte de amigos propensos al sablazo y de otros -niña resabida inclusive - seres despreciables.

No nos engañemos: Papá tiene mala pinta. Sin embargo, demuestra cierto poder hipnótico y unos diálogos en los que, fugazmente, y ahogada por olas de chistes kitschs, asoma una irreverencia sana en tiempos como los actuales. La factura formal es tan extraña como la fauna que retrata. Parece que la cámara esté dirigida por alguien que combina dotes de videoaficionado de bodas y bautizos con el transgresor talento de un Scorsese pasado de anfetaminas.

Da la impresión de que Papá se inspira en la espléndida Los problemas crecen o en las más alocadas escenas de Makinavaja, pero por ahora es víctima, o bien de su excesiva ambición o bien de las limitaciones de su director. La escalera en la que vive la pareja protagonista es, además, una especie de Rue del Percebe okupada por una tribu de monstruos de brocha gorda, jubilados y niñatos en celo que entrecruzan patologías produciendo un acumulativo efecto entre psicodélico y sedante en las neuronas del espectador.

Es probable que Papá se merezca las críticas que va a recibir, pero, antes de que se la carguen, véanla. No me pregunten qué, pero esta serie, con todos sus innumerables defectos, tiene algo.

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