_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El Hombre

Sigo con pasión las entrevistas institucionales que sus televisiones efectúan al presidente del Gobierno, básicamente porque confirman mi sospecha de que ha vuelto El Hombre, ese clásico que nuestras madres nos inculcaron que existía a pesar de que ellas mismas no lo habían encontrado más que en el personaje que Clark Gable interpretaba en Lo que el viento se llevó: seguro de sí mismo, protector, firme en sus propósitos, tajante en sus afirmaciones. Nuestras madres sabían, y nosotras lo aprendimos con el tiempo, que era mucho más real, como hombre, el personaje encarnado por Leslie Howard: débil, tierno, dubitativo y con el ego necesitado de la protección camuflada de Melita, la esposa, o la más práctica de Escarlata.

Pero héte aquí que la fantasía ha regresado, como tantas otras cosas retro, y que don José María Aznar se ha convertido en el Rhett Butler de la España del 2001. Es tal su serena conducción de esta frágil dama o país cuyo destino ha enderezado desde que la encontró como quien dice en el arroyo y la sacó de hacer la calle, que paréceme incluso bello. Por eso vi anteanoche La Entrevista. Después de haber iniciado el milenio en la onda Ahora Vienen las Plagas, y con Marihuesos Villalobos suelta (qué gran pareja se ha perdido Chaves para sus recitales en Venezuela), necesitaba una viril transfusión de tranquilidad. La tuve.

Durante casi una hora fui informada de que estamos bien, de que no pasa nada, y de que si estuviéramos mal, lo que es imposible, o nos ocurriera algo, lo que resulta remoto, él y su cuaderno azul sabrían perfectamente qué hacer. Por consiguiente, el efecto Presidente Valeriana se adueñó de mí, entré en la modorra y el sosiego, y me fui a la cama, soñando que navegábamos juntos por el Misisipí.

Mas soy una mujer contradictoria, al igual que nuestras madres que, pese a seguir creyendo en Rhett Butler sufrían en la realidad por sus Leslies Howard. Lo soy. Sólo a mi contradicción puedo achacar que esa noche no pudiera conciliar el sueño, por más que, de madrugada, me puse a ingerir soporíferos; y que, a la mañana siguiente, continuara intranquila y, lo que es peor, mosqueada. Como ahora.

La culpa no es de El Hombre. O es mía, o es de España.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_