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Columna
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La esposa y la amante

En el fútbol tampoco funciona compaginar esposa y amante. O, por lo menos, no puede hacerse público. Está demostrado. Si no, pregúntesele al al técnico sueco Sven Goran Eriksson, a quien, a la luz del sol y sin misterios, se le ocurrió anunciar hace dos meses sus negociaciones con la selección inglesa. Lo hizo de frente, sin ocultar los trámites al Lazio, respetando hasta la última palabra de su contrato. Porque a la tentadora federación inglesa, pese a su ansiedad -imagínense: el primer entrenador extranjero de su historia-, le exigió paciencia: le dijo que aceptaba convertirse en seleccionador, pero en junio de 2001, concluido su acuerdo con el Lazio.

Eriksson garantiza profesionalidad, pero en el mundo de los entrenadores eso no vale. Una vez uno pone fecha a su despedida, ya nada se le acepta. Todo se transforma. Los directivos se sienten con más derecho a intervenir, el aficionado ya no considera al técnico como uno de los nuestros y hasta los jugadores bajan los brazos: los unos le pierden el miedo y hasta el respeto; los otros rebajan el afecto... Ocurre siempre. También, al caballero sueco.

Eriksson no podía durar mucho y no lo duró. Lo mismo le pasó a Marcelo Bielsa en el Espanyol nada más pactar con el club blanquiazul una fecha para marcharse a la selección argentina -circunstancia contemplada en el contrato-; a Marcelo Lippi cuando admitió en el Juventus que su futuro era el Inter. 'Está visto: en el fútbol la sinceridad no paga; mejor arreglar todo cobijados a la sombra de cualquier hotel y que no se entere nadie', andará pensando el bueno de Eriksson mientras prepara las maletas para ir a entregarse a los brazos de su nuevo amor.

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