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LA LIDIA | MONUMENTAL DE MÉXICO

La temporada de los inválidos

Al término de las 12 corridas de compromiso del ciclo 2000-2001, esta temporada va a ser recordada como la de los inválidos. A pesar de la debilidad y peligrosidad del encierro, los alternantes superaron estas dificultades a base de oficio y valor.

Rafael Ortega tuvo una torerísima actuación en sus dos adversarios. Al primero lo lanceó a pies juntos y se lo enroscó en emotivas chicuelinas. Con los palitroques se lució, sobre todo en el último par, que colocó por los adentros y salió andando airosamente. En su muleteo logró domeñar la gazapona embestida y el punteo del bicho y colocándose en la cuna de los pitones le sacó increíbles pases por el derecho que calentaron los tendidos. Como después de tres intentos de encelar al enemigo para que acometiera éste seguía agarrado al piso, se lanzó sobre el morrillo y lo mató recibiendo con un estoconazo hasta la bola. Digna culminación de su valiente faena.

De hinojos al hilo de tablas esperó al cuarto con dos espectaculares largas cambiadas y tanto en sus verónicas como en sus chicuelinas hubo gusto. Volvió a exhibir sus dotes de rehiletero al colocar sus dos primeros pares de adentro hacia afuera. En su quehacer con la franela hizo una lidia inteligente pues le dio el espacio y el tiempo que el astado requería. Sin quitarle el engaño de la cara ligó dos templadas series de redondos que inició con un molinete y con una bella vitolina. Como por el izquierdo el morlaco tenía medio recorrido y terminó echándose en la querencia, por ese lado el tlaxcalteca no pudo enlazar sus naturales.

Con el complicado tercero Jerónimo dio una pequeña muestra de su toreo barroco y una gran demostración de valor. Ligó tres series de hondos derechazos. Por un pequeño descuido la fiera prendió al diestro en el muslo derecho y lanzándolo al aire le destrozó la taleguilla sin mayores consecuencias. Aunque Jerónimo lo mató de un soberbio volapié la colocación fue defectuosa y se le escapó el trofeo. En este toro, al salir el peón Sergio González del tercer par, le dio la espalda al toro y si no es por el oportuno quite que desde el callejón le hizo con un capote el monosabio Martín Siegler, el toro lo hubiera corneado. Como el carivacado sexto fue devuelto por traer una cornada en la mano izquierda, se corrió el primer sobrero. Este ejemplar, de salida, brincó al callejón y desarrolló mucho sentido. Jerónimo batalló con este manso perdido pero logró sacarle algunos muletazos de buena factura.

El segundo de la tarde también saltó al callejón y cayó sobre un camara televisión. Con esta res El Cordobés no pudo acoplarse porque el bovino dobló las manos seis veces. Su trasteo lo inició con estatuarios algo despegados y en su toreo por abajo sólo logró instrumentar dos naturales limpios.

El aplomado quinto también dobló las manos seis veces por lo que El Cordobés tuvo que torearlo a media altura y aunque estuvo empeñoso su trabajo fue desabrido.

Como no quedó satisfecho con su actuación regaló el segundo sobrero, un animal inválido y sin trapío pero que resultó noble. Después de una serie de aceptables naturales a El Cordobés se le olvidó el ruedo que pisaba y empezó con sus actos circenses. En un momento dado se echó el toro y El Cordobés se tumbó en la arena a su lado. Sólo faltaba la rana y ésta por fin llegó por partida doble, para beneplácito de las galerías. Como decía El Gallo, 'hay gente pa tó'.

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