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Ya no es Navidad

Al fin todo acaba: los adornos instalados comienzan a retirarse de las calles y avenidas, las figuritas del Belén, público o privado, vuelven a sus cajas protegidas con virutas o burbujas. Esos dulces que obligatoriamente se compran por estas fechas comienzan a enranciarse en sus envoltorios o sobre la bandeja expuesta a la familia y amigos en el aparador. El metabolismo intenta volver a su correcto punto después de tanto tradicional atracón. Incluso los juguetes de Reyes parecen haberse vuelto viejos. Probablemente solo siga viva la ilusión en la ancestral novedad del patinete. Ya no es Navidad.

Tampoco lo es para esos jóvenes desaliñados y barbudos, casi todos politoxicómanos y muchos seropositivos, que trotan de lado a lado de la calle para recaudar, de veinte en veinte duros, el dinero necesario que les permita comprar su dosis de droga más o menos adulterada y así dormir tranquilos sobre y bajo cartones en algún cajero automático o coche abandonado.

Ni lo es para las esclavas sexuales peripatéticas que en similares circunstancias chupan frío y lluvias en esas calles, chuleadas, igual que sus colegas en los locales de alterne por unos individuos mafiosos que les exprimen hasta el último duro. Sin olvidar las otras cautivas: las domésticas. En manos de un marido o compañero, brutal apaleador, que se cree con derecho de vida y muerte sobre ellas, llegando en muchos casos, aun separadas, a la última violencia: al asesinato por cualquier macabro medio, a veces 'sin ensañamiento'.

La gente que viene a las costas andaluzas en precarias embarcaciones tiritando de frío, recogidos por la Benemérita y devueltos a sus países temblando de miedo por una Ley de Extranjería inhumana, o los doce ecuatorianos machacados por un tren cuando iban a trabajar a diez pesetas el kilo. Los temporeros de la aceituna, hacinados en cuadras y cobertizos heladores, tampoco tienen ya Navidad.

Esos pescadores de nuestros mares a los que se les va a olvidar el oficio por la incompetencia de quienes tienen que negociar las cuotas pesqueras, los miles de parados de esta tierra, siervos del P.E.R., ganaderos arruinados por las vacas locas, los afectados por el inocente vertido de lodos acumulados por Boliden. Vecinos de Zahara de los Atunes con sus casas y comercios inundados en cuanto caen cuatro gotas, no gozan ya de esas fechas.

Bárbaros etarras; criminales asesinos sin alma, que pretendían animar las fiestas con su siniestra pirotecnia de más de cien kilos de dinamita junto a la estación de Santa Justa, sumiendo en el luto, el dolor y el caos a una ciudad hospitalaria con todos. Asimismo para ellos terminaron las Pascuas, de igual modo que acabaron las de los presos VIH positivo hacinados en las cárceles.

Sí, para los ciudadanos llamados normales y distinta gente ya no es Navidad, solo que unos van a echar de menos estas fechas más que otros. Algunos, nada. Como el siniestro adorno navideño que sigue flotando, estropeado y peligroso, en un muelle de Gibraltar.

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