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La moción de censura en Ceuta depende de una consejera del GIL

La clase política de Ceuta vive en plena ebullición. La dimisión en cadena de cuatro consejeros del Grupo Independiente Liberal (GIL) ha dejado en minoría al presidente, Antonio Sampietro, que teme que la oposición le apee del puesto con el mismo método con el que accedió al poder: con una moción de censura y el voto imprescindible de una tránsfuga. Se trataría en este caso de Aída Piedra, la joven consejera de Turismo, sobre la que recaen en estos días múltiples presiones.

Fuentes de la oposición al GIL no descartan que esta consejera, que forma parte del grupo de Marbella seleccionado por Jesús Gil y Gil para gobernar Ceuta, siga el camino iniciado el 22 de diciembre por Jesús Simarro, consejero de Obras Públicas, y se integre en el Grupo Mixto. Ya lo han hecho los consejeros de Administración Pública, Participación Ciudadana y Salud Pública. El cambio de grupo de Piedra haría posible la suma de los 13 votos que el PP, el PSOE y el Partido Democrático y Social de Ceuta (PDSC) necesitan para presentar la moción de censura. Los dos grandes partidos disponen de 9 escaños (ocho el PP). Sumados a los tres del PDSC -liderado por ceutíes musulmanes- consiguen la mitad de la Asamblea. Para la mayoría precisan uno más, presumiblemente el de la consejera de Turismo.

El PP y el PSOE han vuelto a ponerse de acuerdo para gobernar juntos, como ya lo hicieron tras las elecciones autonómicas de junio de 1999. Los entonces secretarios generales de ambos partidos, Javier Arenas y Joaquín Almunia, no dudaron en unir sus fuerzas para desbancar al partido que preside el presidente del Attético de Madrid, procesado por varios casos de presunta corrupción.

Cambio de bando

De esta forma impidieron la llegada del GIL, que fue entonces el partido más votado, al Gobierno ceutí. Los 12 escaños que obtuvo entonces Sampietro no le otorgaban la mayoría absoluta en la Asamblea. Precisó del voto de la tránsfuga socialista Susana Bermúdez, que cambió de bando en agosto de 1999, para llegar al poder. Como contrapartida, Sampietro nombró consejera a Bermúdez y director general a su marido, Francisco Cazalla. Éste acaba de ser ascendido ahora a consejero, tras la cadena de dimisiones.

La oposición, sin embargo, no las tiene todas consigo. Teme que la presión que el GIL está ejerciendo sobre Piedra para retenerla en sus filas resultará al final más efectiva que la suya. Esta consejera es para la oposición doblemente imprescindible: por su voto y también porque es la única del Gobierno del GIL que no firmó la moción de censura contra el anterior presidente, Jesús Fortes, del PP. Piedra no estaba entonces en el Gobierno, en el que se integró después, al sustituir a un consejero que renunció.

Mientras Aída Piedra se decide, la ciudad permanece ingobernable. Con la actual correlación de fuerzas, a Sampietro le resulta imposible aprobar cualquier decisión. Por el momento ha suspendido ya los dos plenos convocados para esta semana, hecho que la oposición interpreta como una muestra de inseguridad sobre el comportamiento de su compañera.

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