El Betis, con paso firme

Si alguien albergaba dudas acerca de qué Betis sería el que regresase de las vacaciones navideñas, el grisáceo del primer tramo de la Liga o el más asentado de los últimas jornadas, éstas quedaron pronto disipadas. Un cuarto de hora tardó el Betis en asestar el primer golpe al Levante para, acto seguido, cuajar el mejor primer acto que se le recuerda esta temporada. Y esto ante el Levante, un rival con enjundia que sabe a lo que juega y que reniega de la especulación y el juego timorato que impera en esta categoría.

El equipo de José Carlos Granero no se apartó un ápice del guión marcado por su técnico: fue paciente; aguanto el tipo sin descomponerse durante los casi 50 minutos que estuvo en inferioridad numérica tras la expulsión de Cabanillas al filo del descanso; y nunca renunció a sorprender a la contra al Betis, con ese portento físico que es Ettien, el habilidoso Kaiku o el experimentado Salillas al mando de sus letales contragolpes.

Pero el regalo de reyes que supuso para el Betis la temprana expulsión de Cabanillas pesó demasiado en el Levante, que no renunció a su sistema y se limitó a aguardar paciente esas oportunidades que ayer si apenas llegaron. Mientras, el Betis a lo suyo. Sabedor de que el partido era suyo mucho antes de que el rival se quedara mermado, el equipo de Fernando Vázquez trató de amenizar la tarde de fiesta a sus aficionados. Algo de lo que se encargaron Capi y Joaquín, almas de este renovado Betis.

Los dos canteranos, mezcla de descaro y genialidad, desplegaron su artístico repertorio de autopases, centros al milímetro y desbordes y con ellos derruyeron la frágil defensa levantina una y otra vez para disfrute de un Amato trabajador, pero algo revolucionado, al que le sigue faltando definición ante la puerta rival. Un problema que no sólo afecta al delantero argentino, sino que es un mal endémico que sufre el Betis desde comienzos de temporada. Carencia que, sin embargo, no le ha impedido afianzarse en los puestos de cabeza de la tabla.