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Reportaje:

El torero Nikko Norte

Un actor, piloto, modelo y militar de élite holandés se convierte en matador y se enfrenta a las críticas en su país

'Si vuelvo a nacer, quiero ser un toro bravo'. Lo soltó en una pausa durante la comida. Mirando a los ojos. Un instante tan sólo. Es muy tímido. Nadie diría que este hombre fibroso y educado, que habla español con soltura y en presente, es el mismo personaje seguro y viril de su book de fotos. 'Ésta es de este año. Es la que más me gusta: torero y toro vamos vestidos con los mismos colores... es especial, ¿no?', comenta.

Parece que sus excelentes fotos de modelo y actor no le interesaran. Que su increíble vida aparte del toro fuese algo tedioso. Nikko Norte tiene 36 años. Reside entre Rotterdam, Nueva York y Málaga. Se hizo muy joven sargento de las fuerzas militares de élite en Holanda, su país. Luego montó una escuela de especialistas para cine, se hizo modelo y piloto comercial. Participó en innumerables operaciones humanitarias en África y los Balcanes. Allí disfrutó del riesgo y la soledad, las cosas que más ama en esta vida. Pero también allí vio 'el engaño tan fuerte que rodea a muchas ONG'. 'No les importa que lleguen los medicamentos a las personas; sólo hacer sus estadísticas oficiales y seguir cogiendo dinero', afirma.

A Nikko sólo le interesa ser torero. Todo empezó hace cinco años, en España. Vio un cartel de toros en la pared. Y entró en la corrida que anunciaban por curiosidad 'y lleno de prejuicios'. Pero es un hombre que le gusta tener su propia opinión. 'Yo ni sabía que los toros aún existían. En Holanda creen que es algo del siglo pasado y piensan que es una salvajada donde se tortura a un animal. Confieso que aquella vez no me agradó. Pero intuí que allí había algo más y que sólo podía saberlo si lo estudiaba', comenta.

Y lo hizo. El Cossío llegó a convertirse en libro de cabecera. Dos años después volvió a entrar en una plaza. En Puerto Banús, Rafael de Paula, Manzanares y Curro Romero. Sintió la mayor emoción de su vida. Lloró. Entendía, recuerda, lo que allí estaba pasando. Y supo que la fiesta, todo aquel ritual, 'lleno de arte, valor, tristeza, tragedia, nobleza y soledad', nada tenía que ver con lo que había asumido como holandés. Nikko decidió que iba a ser torero. Que su lugar natural era una plaza. Y que cambiaría legalmente su nombre. 'Esto del toreo es muy serio, muy duro y muy difícil. No me gusta el circo. Norte sí es nombre de torero', añade.

Acostumbrado a la autodisciplina, se levanta a las cinco de la madrugada para mezclar durante ocho horas ejercicios físicos con toreo de salón. Pasa semanas enteras junto a toros bravos para entenderlos. En 1999 hizo 14 novilladas. En el 2000, 41. El próximo 14 de enero, en la plaza de toros de Benalmádena, tendrá su primera corrida con picadores. Le han cogido varias veces. 'No quiero que me miren como un guiri. Quiero ganármelo en la plaza', dice.

Hace un mes ha rodado una serie para la televisión de los EE UU donde interpreta un torero y en febrero comienza el rodaje del documental Dress me in mourning (Vísteme de luto) basado en su propia vida. Ambas películas buscan frenar la ola de hostilidad que Nikko ha levantado en su país, donde, asegura, le bombardean a diario en su correo electrónico y en la prensa llamándole asesino. 'Entiendo lo que piensan en Holanda, pero les pido que no digan mentiras. Yo amo más a los animales que a muchas personas. Pero al toro no lo torturan: lo crían bien y le dan la muerte que tiene que tener de la forma más noble. ¡Yo querría ser toro bravo! ¿Cómo lo explico? Me cuesta trabajo. ¡Es que soy un holandés!', concluye.

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