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El milagro de São Caetano

Un desconocido club de Segunda juega hoy la final de la Liga brasileña frente al Vasco de Gama

El más reciente milagro del fútbol brasileño viste de azul y tiene nombre de santo: São Caetano. Es un pequeño y obscuro club de la ciudad industrial del mismo nombre en la periferia de São Paulo. Salió de la Segunda División con registros risibles y llegó al campeonato nacional de este año con un destino aparentemente sellado con antelación: transformarse en papilla frente a todos los demás.Sobraban motivos para esa expectativa. Por ejemplo: en los partidos disputados en su cancha mantuvo un promedio de 800 aficionados. El jefe de su hinchada organizada, el Comando Azul, es en realidad un fervoroso integrante de la Mancha Verde, los fanáticos del Palmeiras. Más de la mitad de sus seguidores tiene más de 50 años de edad. La mayoría, a propósito, supera los 60. Uno de sus organizadores ironiza: "Para pertenecer al Comando Azul hay que presentar certificado médico firmado por un geriatra atestiguando que el candidato sufre de artritis, bronquitis y otros 'itis". Su principal estrella, el lateral izquierdo Cesar, cumplió condena en una penitenciaría por haber sido cómplice a un asalto a su equipo anterior, el tambien insignificante Juventus. Pasó dos años en la cárcel. Dice que aprendió mucho, y que hoy está recuperado. Su gran alegría fue ver que la novia esperó todo ese tiempo. Ahora se han casado.

El gran anotador, Adhemar, gana un sueldo absurdamente alto para los estándares del club: diez mil reales (cerca de un milloón de pesetas) al mes, lo que es exactamente la quinta parte del total de gastos con sueldos de todo el equipo y 25 veces menos de lo que gana Romario. A propósito: en el campeonato brasileño, Adhemar anotó 22 tantos, y encabeza la tabla de los goleadores. Al menos en eso supera a Romario.

Y hay más: de los once titulares, siete pertenecen a una de esas sectas evangélicas que se multiplican por Brasil, y a cada gol o a cada victoria, en lugar de conmemorar junto a la hinchada, se arrodillan en la cancha y dan gracias a los cielos. Pertenecen al mundo de los Atletas de Cristo. Hacen reuniones religiosas antes de los partidos, y los descansos son espacio reservado a la oración. Antes y despues de los entrenamientos se reúnen en círculo y rezan. Cuando alguien les menciona los mecanismos de marketing que circundan al fútbol brasileño, se entusiasman: dicen que una victoria o un partido bien jugado son la mejor manera que tienen para difundir el nombre de Jesús. Un 10% de lo que ganan, premios incluidos, es donado a la iglesia.

De los otros cuatro, hay de todo. Pero uno de ellos, el atacante Ziño, suele escandalizar a los compañeros. Dice con toda tranquilidad que lo suyo son los placeres mundanos. Se ofreció para ser fotografiado tal como vino al mundo para una revista dedicada al público gay. "A mi mujer le vendría bien: sería un dinerillo extra al final del mes", asegura. Ziño es católico apostólico romano. O al menos, dice que es.

Eese conjunto salido de la nada es el primer equipo clasificado para la final del campeonato brasileño (hoy juega contra el vasco da Gama de Romario), y tiene asegurada una plaza en la Copa Libertadores de América del año que viene. Los jugadores hablan con soltura sobre lo que será el início de la carrera internacional del São Caetano, que tratan de Azulão, azulón. De la Libertadores al Mundial no hay más que un paso.

Comentan, con orgullo, el asedio de la prensa extranjera y de los clubes de Europa. Cesar, el expresidiario, dice que estudia una propuesta del Real Madrid: cinco millones de dólares. Es el triple de lo que vale el club -equipo más instalaciones. Adhemar cuenta que recibió una propuesta de un millón y medio de dólares. No revela el origen de la propuesta, pero asegura que la rehusó. "Es demasiado poco", explica. Su sueño es ir al Barça.

El equipo sorpresa es la alegría de los estadios y el hazmerreír de los catedráticos de fútbol instalados en la prensa. Los once del Azulão no tenían y no tienen nada que perder. Estar en el campeonato que reúne algunos de los mejores jugadores del mundo y la crema del fútbol brasileño era todo con que soñaban.

Juegan con alegría, con habilidad, con creatividad. Creen en la velocidad y en el ataque. Están seguros de que el fútbol puede y debe de ser suelto y hermoso. Y así despacharon al Fluminense, al Palmeiras, al Gremio -es decir, al más tradicional equipo de Rio, a uno de los más poderosos de São Paulo y a un ex campeón mundial.

Ahora aguardan la final, una de las más inesperadas disputas por un título nacional. Y advierten: no temen el Vasco, no temen a Romario. Explican, modestos: "Siempre respetamos a los adversarios".

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