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Feliz barómetro

El espíritu de la Navidad se ha metido en la refriega de los porcentajes y se ha ido a tomarse el turrón con ese 1,7 de valencianos que se disponen a saltar del tren del PP, según las previsiones del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). El espíritu de la Navidad que antes tañía el arpa o la cítara, ahora anda con una calculadora y el nomenclátor, para localizar a los presuntos despechados. El espíritu de la Navidad es de derechas y sabe que si la familia se esfuma, se va de cabeza al Inem. Y aunque Zaplana ya ha echado sus cuentas, lo visitará para anunciarle la buena nueva: Mira, presidente, aunque el barómetro vaya algo vacilante, aún puedes continuar en tu puesto otros dos mandatos, sin pegar chapa. Así que tú, tranquilo. Pero Zaplana está tranquilo y tan campante, porque tiene su más fiel aliado en la oposición. Y eso de que el techo máximo sólo haya alcanzado el 52,9% es una broma. Ya lo aviará el PSPV, con su histórica fontanería: la izquierda resignada y lírica puede llegar a su propia inmolación en beneficio del adversario político. La izquierda tiene un firme concepto de la realidad y conoce que el reconcomio del valenciano y casi tres cuartos de valenciano no se debe a la mala gestión del PP, sino a incordios ajenos, como lo del aumento de los carburantes y otras cosas por el estilo. Que los populares no tienen ninguna culpa, que es cosa de los jeques, si no a ver de qué tantas contemplaciones.El espíritu de la Navidad observa con preocupación a los alicantinos. Los analistas aseguran han perdido sus buenas intenciones y que hoy andan hechos unos manguis desagradecidos: si antes dieron su confianza y hasta su hacienda a los populares; ahora, dos y tres décimas de cada centena se pasarían al PSPV, lo que carece de todo fundamento, después de la condescendencia que les ha dispensado el PP. Que la capital y la provincia dan gloria ojearlas. Y es que los jóvenes y los pensionistas, que se habían recogido en la sumisión, están desazonados, como si empezaran a perder la fe en los valores que ha incorporado a la sociedad la derecha que ordena y manda: el individualismo, el neoliberalismo, el desprecio a la ideología, esa pensamiento único y dulzón, y las trapisondas económicas.

El CIS ha puesto en alerta al espíritu de la Navidad. Por eso, no cesa de visitar a las familias en la intimidad del marisco y el pavo relleno, y de examinarles la intención de voto. Sabe que en estas fiestas son más tiernos y vulnerables. Sería una pena que en la próxima década todo este territorio dejara de ser el granero del PP, para volver a la trifulca cainita y a la ausencia de principios tradicionales, que caracterizan a la izquierda. Porque ni el PSPV, ni EUPV, ni el Bloc, en el belén de su ambigüedad, están como para hacerle filigranas a una ciudadanía que por cansancio, por tedio o por desengaño, ha abdicado de su protagonismo: me pago a unos mendas para que hagan el paripé, y yo a lo mío. Con una filosofía de la vida tan desahogada, el PP siempre sacará un buen techo, aunque la oposición se vaya a su casa y se dedique al apostolado.

Por algunos días más, más el espíritu de la Navidad estará entre nosotros, de compras en los grandes almacenes, en la suculencia y en el cava final. Pero no le ha pasado inadvertidas algunas noticias más inquietantes que la aritmética del barómetro, aunque no ha querido alterar la hipócrita paz de estos días gozosos. El espíritu de la Navidad se ha echado las manos a la cabeza cuando se ha informado de la escabechina de la legionella , cuando ha conocido cómo va Terra Mítica, entre dimisiones, ampliaciones conflictivas de capital y esquinazos de la Paramount; cuando se ha paseado por lo que fue el río Segura y ha presenciado un transporte incesante de desperdicios venenosos; y eso que no ha fondeado por las Cortes ni por el Palau. Dicen que ha murmurado: si esta comunidad siempre fue un buen pesebre; ahora es todo un muladar. El espíritu de la Navidad es bondadoso y paciente, pero tiene un pronto muy canalla.

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