Víctimas de un doble embargo
La población de Irak sufre el castigo de la ONU tras la guerra del Golfo y la dictadura de un régimen tiránico

ENVIADA ESPECIALA los seis años, una gastroenteritis puede ser una condena a muerte en el hospital infantil Sadam de Bagdad. La máxima pena se cumplirá si el diagnóstico es una leucemia. Postrado en una cama, para la que no siempre hay sábanas limpias, un pequeño fija sus enormes ojos negros en las cámaras de los periodistas. No articula palabra. Está exhausto. Según los médicos, morirá antes de un año por falta de recursos para aplicarle un tratamiento. En Irak, el niño de los ojos grandes está condenado a muerte por un doble embargo. El decretado por Naciones Unidas hace diez años como castigo por la invasión de Kuwait y el acordado por el despótico régimen de Sadam, que no acepta ayudas "caritativas". "No queremos ayudas que vengan de las malas conciencias. Somos un país rico que puede cubrir con creces sus propias necesidades. Si no existiera el embargo, usted y yo no estaríamos hablando de la muerte segura de todos estos niños, víctimas del uranio utilizado en la guerra; el culpable de tanto dolor es el embargo", asegura un médico del centro, señalando a los pequeños que ocupan la sala de oncología.
Las estadísticas dicen que cada día mueren en el hospital infantil Sadam tres niños. Más de 20 cada semana. Más de nueve decenas al mes. Unos datos terroríficos que se traducen en más de medio millón de menores de cinco años muertos desde 1990, según datos de Unicef. "En cualquier país occidental, el 50% de los casos podría curarse con un tratamiento adecuado. Pero aquí no hay esperanza", confirma el joven médico.
Esperanza de festejar un próximo cumpleaños fue lo que tuvo uno de los cuatro niños iraquíes que el pasado sábado aterrizaron en el aeropuerto internacional Sadam, de Bagdad. Volvían de ser tratados y operados en España. Alí sufría una cardiopatía congénita que en Irak le hubiera costado la vida y que en el hospital La Paz, de Madrid, le fue devuelta. Alí volvía el sábado a casa a bordo de un vuelo de Iberia fletado por la Campaña Estatal por el Levantamiento de las Sanciones a Irak (CELSI). Con ese avión, España rompía el embargo por primera vez desde su inicio.
A bordo de la nave viajaban más de 100 personas contrarias al embargo a Irak. Diputados, médicos, concejales, artistas, catedráticos, sindicalistas y algún empresario. Pero dentro de la fisura que ha logrado el CELSI contra el embargo "inhumano, vengativo e inmisericorde" que Naciones Unidas ha impuesto sobre una población de algo más de 22 millones de habitantes viajaban también los intereses comerciales que España espera concretar en la zona. A Bagdad volaron algo más que buenas intenciones. El viaje sirvió en gran medida para potenciar las relaciones bilaterales y comerciales entre ambos países. No en vano Irak es el país con las segundas mayores reservas petrolíferas del mundo. Y no en vano, Repsol YPF figura como una de las entidades colaboradoras en la iniciativa del CELSI y financió una parte del viaje.
Han pasado casi diez años del final de la guerra del Golfo, en la que una coalición multinacional encabezada por Estados Unidos castigó a Irak por su invasión de Kuwait, y el país ha retrocedido en su desarrollo casi medio siglo. Y a pesar del programa establecido a principios de 1997 por el Consejo de Seguridad de la ONU conocido como "petróleo por alimentos", un intento de suavizar las sanciones, a tenor de los resultados, no se ha conseguido paliar el sufrimiento de la población civil. Esa resolución permite a Irak exportar crudo por un valor de 2.000 millones de dólares al semestre (unos 370.000 millones de pesetas), pero obliga al régimen de Sadam Husein a invertir un tercio de los beneficios en el pago de las billonarias indemnizaciones de guerra por la invasión de Kuwait. Otras deducciones aparte (mantenimiento de la misión de la ONU), el Estado sólo puede dedicar menos de la mitad de esa cifra a la importación de alimentos y medicinas, lo que supone por cada iraquí menos de 30 pesetas al día.
Unos aseguran que con Irak se está cometiendo un auténtico exterminio silencioso de su pueblo bajo el pretexto de que el régimen de Sadam Husein no cumple con las condiciones impuestas por Naciones Unidas tras la guerra del Golfo, entre otras, la inspección de sus supuestos almacenes de armas químicas y nucleares. Pero hay quien mantiene la tesis de que tan inhumana situación es imputable al mismísimo Sadam, quien estaría transigiendo con la lenta pero sistemática desaparición de su pueblo con el único y último fin de mantenerse en el poder.
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