Luz madrileña para la penumbra nórdica
El Colegio Escandinavo representa, en el Museo de la Ciudad, la procesión de Santa Lucía
La procesión de santa Lucía es una tradición fuertemente arraigada en los países nórdicos, con la que se intenta iluminar la noche más larga del año.Un coro de unos 40 niños y niñas del Colegio Escandinavo de Madrid representó el viernes este ceremonioso ritual ante las atentas miradas de más de un centenar de escolares madrileños que contempló atónito el espectáculo.
La actividad se enmarcó en el Festival de Cultura Infantil y Juvenil Nórdica, que, con el título Ven a conocer a tus amigos nórdicos, han organizado cinco embajadas (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia) en colaboración con el Museo de la Ciudad. El programa, que se desarrolla hasta el próximo 6 de enero, incluye varias exposiciones y algunas actuaciones de títeres.
Ven a conocer a tus amigos nórdicos
Museo de la Ciudad (Príncipe de Vergara, 140). Gratis.
La tradición parte de las escasas horas de luz natural que registran estos países en los días de invierno, por lo que las comitivas que allí recorren escuelas, hospitales y otros edificios públicos van provistas de velas que aportan la luz que el Sol les niega. Es fácil imaginar que la soleada mañana en la que se realizó el acto no era el marco más propicio para entender el rito. Lo cierto es que una intensa luz se colaba por la claraboya central del Museo de la Ciudad, donde tuvo lugar la actuación, pero aun así, cuando los escolares, sentados en el suelo de la planta baja del museo, empezaron a oír los suaves cánticos del coro, se pudieron ver en sus rostros expresiones de emoción.
Al llegar los cantores desde el primer piso, en perfecta procesión, hasta el lugar donde les esperaban los convocados, los espectadores más pequeños hicieron algunos comentarios de admiración sobre el hecho de que portasen "¡velas encendidas!". El tocado de corona y cinco velas (encendidas) que lucía la niña que encabezó el séquito bien pudo significar, para estas miradas, el atractivo de un juego prohibido.
Cantaron varias piezas en sueco (por supuesto, la clásica Santa Lucía inició y concluyó la actuación) de temas navideños y por dos veces (la segunda, a petición del público) interpretaron en español el villancico Noche de paz. Hasta ese momento, silencio casi absoluto, sólo roto de vez en cuando por algunos comentarios de extrañeza ("van descalzos") dichos en la oreja del compañero. Efectivamente, los miembros del coro iban descalzos, cubiertos los pies únicamente por calcetines blancos para no romper la armonía del blanco de los camisones que lucían. Completaba el atuendo un capirote con estrellas doradas para ellos y unas sencillas coronas de guirnaldas navideñas para ellas.
Poco antes de concluir, algunos chicos y chicas del coro, mientras el resto de sus compañeros seguían cantando, ofrecieron a los asistentes galletas de jengibre, que pusieron punto final al silencio reinante hasta ese momento. Aun cuando ya habían emprendido la retirada, los portadores de las cestitas con galletas eran requeridos por más de un niño que quería repetir y contemplaba impotente cómo el inesperado tentempié se alejaba sin solución.
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