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La receta del respeto

Más de 300 personas comparten velada en el Centro de Acogida al Refugiado de Mislata

Sofía y "su combo" han preparado tamales, un tradicional plato colombiano elaborado con carne y envuelto en exóticas hojas de plátano; Vladimir, por su parte, rememora su Rusia natal degustando unas deliciosas hamburguesas -perdón- coltetes. El mestizaje de viandas de esta noche refleja la diversidad de huéspedes del CAR, el Centro de Acogida a Refugiados de Mislata (Valencia). Esta residencia, dependiente del Imserso (Instituto Nacional de Servicios Sociales) nació en 1991 por la necesidad de conceder asilo político a los refugiados políticos, aquellas personas que abandonan su país por el recorte de los derechos humanos.En España sólo hay cuatro techos públicos destinados a este asilo: Alcobendas, Vallecas, Mislata y Sevilla. Estos centros son la nave nodriza para integrar social y laboralmente a los refugiados facilitándoles alojamiento, escolarización, tarjeta sanitaria, conocimiento de la lengua y empadronamiento. Pero todo lo bueno tiene una fecha de caducidad: una estancia de nueve meses. Transcurrido este periodo, vuelta a la tortilla. Según desvela el CAR, el 12% obtiene el estatuto de asilo con las garantías de cualquier otro ciudadano español, mientras el 88% se convierte de nuevo en inmigrante sin papeles. "No podemos tratarlos como príncipes y dejarlos luego en la calle como mendigos", comenta el director del CAR, Felipe Perales, refiriéndose a la "salida concertada" que el centro tutela para mantener la calidad de vida de los refugiados.

Con una capacidad aproximada de un centenar de personas, por este piso han pasado más de 1.800 pares de suelas. En la noche de ayer coincidieron asilados y antiguos huéspedes, asociaciones de ayuda a la inmigración y al exilio, y ciudadanos de a pie. El objetivo: abrir el mundo de aquellos que para salvar el pellejo hubieron de escapar. Los inquilinos de ayer y hoy prefieren no hablar. Demasiados bocados amargos en sus vidas: salidas ilegales, muertes de familiares, amenazas y separación de los seres queridos. Nacionalidades e ideologías diversas; sin embargo, todos aplican la receta del respeto. "La tolerancia y la cultura de la paz permiten convivir a gente rival en su tierra", confiesa Perales.

La carta de refugiados depende de la hostilidad internacional. En principio, predominaban los ciudadanos de los Balcanes; ahora, el plato fuerte son los colombianos y magrebíes. Tras abandonar el centro muchos inmigrantes escogen Mislata para vivir. 600 extranjeros están empadronados en la localidad, según el Observatorio de la Inmigración, un estudio elaborado por los servicios sociales para regular una adecuada política residencial: la clave para evitar absurdas barricadas mentales como las levantadas en los invernaderos de El Ejido (Almería).

Por ello, la noche de ayer fue la de las puertas abiertas. Lo que en principio surgió como una festividad interna para celebrar el día del exilado, fecha en la que España se adhirió al tratado de Ginebra, se transformó en una jornada sin fronteras para reivindicar la verdadera esencia del CAR: un puente sin conciencia xenófoba.

Hoy la rutina despacha el día. Sofía aprovecha las primeras horas de la mañana para preparar sus exámenes de Odontología en la Universidad de Valencia. Esta tarde le toca trabajar en un restaurante colombiano. Vladimir intercambia conocimientos: él hace sus pinitos con el español, mientras imparte clases de danza. El profesor ruso acaba de aterrizar; la joven colombiana agota su último mes: "Cuando me marche, seguiré estudiando y trabajando".

Ávida por insertarse en la nueva sociedad, la historia de Sofía es una de tantas. Cachita, una ex asilada cubana acaba de publicar la suya: Memorias de una balsera, gracias a la ayuda del CAR y del programa de Empleo Mislata-Integra.

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