El Depor prueba la medicina italiana
El conjunto de Irureta no aprovecha sus escasas ocasiones y se estrella ante el oficio del Milan
Ya lo dijo Djalminha antes del choque: hay que aprovechar la primera ocasión que caiga, porque el Milan concede muy pocas. La fortuna escogió al propio Djalma como instrumento para corroborar la inmensa verdad de su sentencia: con el portero desplazado, fue un defensa el que, a la media hora de juego, sacó bajos los palos su remate. Allí se esfumó el partido para el conjunto de Irureta. Porque el Milan, según la tradición, no necesitó casi nada para marcar, apenas un córner mal resuelto por la defensa local. A partir de entonces, la noche quedó a merced del instinto táctico del Milan. Y el Depor, triunfante ante el Juventus en la primera fase, probó el agrio sabor de la medicina italiana.Había transcurrido ya un cuarto de hora y la defensa del Milan tiró el primer pelotazo de la noche. Noticia asombrosa tratándose de un equipo italiano, pero magnífica noticia, a fin de cuentas, para la gente que había pagado por ver un partido de fútbol. Porque el Milan -faltaría más- salió con toda la cautela del mundo, siempre pendiente de guardarse las espaldas, pero al menos no renunció a la pelota y trató de manejarla con cierto cuidado. Aunque el inesperado amor del Milan por la pelota no bastó para evitar que el choque desprendiese cierto aire mortecino, ahorró al público el dolor de cabeza que produce el ruido de los balonazos.
DEPORTIVO 0MILAN 1
Deportivo: Molina; Manuel Pablo, Donato, Naybet, Romero; Emerson (Scaloni m. 79), Mauro Silva; Víctor (Fernando m. 68), Djalminha, Turu Flores (Makaay m. 60); y Diego Tristán.Milan: Abbiati; Roque Junior, Costacurta, Maldini; Helveg (Gugli m. 90), Gatusso, Ambrosini, Coco; Boban (Giunti m. 66); Shevchenko y José Mari (Serginho m. 81). Goles: 0-1. M. 45. Barullo en el área del Deportivo tras el lanzamiento de un córner, la defensa acaba despejando a duras penas y el rechace lo recoge en el borde del área Helveg, quien marca de tiro raso. Árbitro: Graham Poll, inglés. Amonestó a Donato, Helveg, Gatusso y Giunti. Lleno en Riazor, con 35.000 espectadores.
Frente a las precauciones italianas, el Deportivo trató de emplear la táctica de cazar al cazador. Ya lo había avisado Irureta en la víspera: sería un error volcarse demasiado sobre la meta del Milan. Coherente con esa advertencia, el Depor salió con el propósito de sedar el partido e intentar que el Milan cayese en la trampa de ver el camino despejado para sorprenderle con su propia medicina, es decir, tendiéndole alguna celada, arte en el que los italianos son maestros consumados.
El Depor está acostumbrado a jugar de ese modo con los rivales. No hay otro equipo tan paciente como el de Irureta, tan capaz de pasarse una hora envuelto en la piel de cordero para, en el momento que menos se espera, transformarse en un depredador. Aunque el público tuviese que sufrir los rigores de un partido plano, atascado entre el peloteo del centro del campo, al Deportivo pareció irle bien con su juego de despistes. Algún detalle de Djalminha, de Turu Flores o de Emerson bastaba para ofrecer la sensación de que los locales eran más punzantes. La estrategia del Deportivo entrañaba un riesgo: que el Milan lograse sacar provecho de alguna acción aislada. Y el peligro se hizo real un instante antes del descanso, cuando los italianos convirtieron un córner en un tesoro de jugada. La defensa se lió en el despeje, nadie estuvo atento a tapar la frontal del área y por allí apareció el danés Helveg para empujarla con la eficacia de un tipo sin brillo pero que sabe cumplir con su oficio.
Un gol de ventaja justo en el momento de irse a la caseta: poco más necesita cualquier equipo italiano para sentirse el amo del universo. A Irureta ya no le servía el inofensivo disfraz de la primera parte, y su equipo tuvo que hacer lo que él más temía: volcarse a ciegas sobre la meta contraria. No había otra alternativa, aunque aquello se convirtiese en una suerte de ruleta rusa. Cada vez que el Depor perdía el balón tratando de ablandar el baluarte italiano, el Milan lanzaba un insidioso contragolpe. Boban y Shevchenko se quedaron solos ante Molina, pero el portero no perdió la compostura y evitó que su equipo recibiese el tiro de gracia. Poco a poco el Deportivo fue apretando más y el Milan quedó confinado en su parcelita. Pero la empresa era más complicada que robar las joyas de la corona británica. El centinela italiano nunca duerme, nunca come, nunca descansa y no se permite la menor distracción. Sólo algún tiro lejano, principalmente de Djalminha, o alguna irrupción por las bandas alimentó en el Depor el sueño imposible del empate.
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