El adiós de las últimas leyendas
John Newcombe y Tony Roche dejarán su cargo de capitanes australianos al final de este año
Los dos últimos grandes nombres que adornan las capitanías de la Copa Davis van a desaparecer al final de esta temporada. Cuando John Newcombe y Tony Roche, capitán y entrenador del equipo australiano, concluyan la final de este fin de semana en el Palau Sant Jordi, dejarán sus cargos y darán paso a un nuevo equipo de capitanes, compuesto por John Fitzgerald y Wally Masur."En realidad", cuenta Newcombe, campeón seis veces en los torneos del Grand Slam (Australiaen 1973 y 1975, Open de EEUU en 1973, y Wimbledon en 1967, 1970 y 1971), "queríamos retirarnos ya el año pasado. Pero entonces pensamos en el hecho de que Patrick Rafter [con quien trabajan los dos] no había ganado todavía la Copa Davis, y decidimos quedarnos otra temporada para intentar ayudarle a lograrla".
Las capitanías de la Copa Davis estuvieron plagadas de ex jugadores que habían marcado la historia del tenis en sus etapas profesionales. El australiano Neale Fraser, los españoles Manuel Orantes y Manuel Santana, los americanos Dennis Ralston y John McEnroe, el francés Yannick Noah, o el alemán Boris Becker estuvieron implicados en los equipos de sus respectivos países. Pero ahora, por una u otra razón, todos han abandonado la nave, y han dejado las capitanías en manos de jugadores con menos renombre o de técnicos potenciados por los verdaderos protagonistas, los jugadores.
"Creo que es bueno que los grandes campeones del pasado se involucren en la Copa Davis", reflexiona Newcombe. "Pero está claro que ahora las cosas están cambiando. El tenis evoluciona muy rápidamente, y es lógico que entre gente nueva, con nuevos métodos".
Newcombe no es insensible a la situación que vivió hace unas semanas el tenis estadounidense, cuando John McEnroe decidió abandonar el cargo y aceptar el fracaso de su gestión, por no haber conseguido que Pete Sampras y Andre Agassi estuvieran en el equipo. "Sí", asegura el técnico australiano, "ése es uno de los problemas. Los jugadores deben ser los reyes, y los capitanes debemos ayudarles. Tal vez ése fuera el problema de John McEnroe. Estamos aquí para servir a los jugadores. Las estrellas deben ser ellos".
Aunque no fueron tan escandalosas, las renuncias de Boris Becker o de Yannick Noah también tuvieron algo de lo mismo. El problema de los grandes jugadores, es que cuando abandonan el circuito siguen sintiéndose estrellas. Ysi en sus equipos no hay jugadores carismáticos, las figuras son los capitanes.
"Las funciones de un capitán son claras", agrega Newcombe. "En Australia hemos adoptado una fórmula por la que compartimos las tareas. Dentro de la pista el responsable de los entrenamientos es Tony [Roche]. Fuera de ella, yo me ocupo de todo: las comunicciones y todos los problemas de infraestructura. Lo que deben lograr los capitanes es que todo marche tranquilamente, con suavidad. Y lograr que los jugadores se olviden por unos días del individualismo propio del circuito, y se comporten como un equipo".
Buscando en sus recuerdos, Newcombe encuentra sólo los nombres del legendario entrenador Harry Hopman y Neale Fraser como prototipos de grandes capitanes de la historia. Cuando se le cita a Jaume Batrolí, el hombre que dirigió a España en las dos finales de 1965 y 1967, el australiano responde: "Tuvo grandes éxitos". Y tras una breve pausa, agrega: "Pero tenía un gran equipo. Nuestro caso es como el de un gran entrenador de hípica, si no tiene buenos caballos no va a ninguna parte".
Newcombe y Roche, campeón de Roland Garros en 1966, se despiden. Lo dejan, tras haber llevado a Australia al triunfo el año pasado en Niza. Pero sin haber podido contar a sus jugadores cómo ganaron a España en 1965 y 1967. "¡No!", responde incluso con temor. "No hables nunca del pasado, si no quieres que los jugadores te traten de viejo".
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