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Unos campeones aturdidos

La selección española de fútbol sala regresa de Guatemala sorprendida por la repercusión de su triunfo en el Mundial

15 nombres desconocidos

"Te quiero mucho papá". "Felicidades papá". Eso, padres, madres, mujeres, novias, y niños, mucho niños pequeños, además de pancartas, algunas banderas de España y varias camisetas de la selección fue lo que se encontraron ayer en Barajas los campeones del mundo de fútbol sala nada más pisar tierra. Eso, y muchos periodistas. Tantos como nunca, seguramente, hayan visto juntos en su vida. De ahí la estupefacción que reflejaban los rostros de todos ellos.Será que convertirse en el mejor del mundo no vacuna contra la sorpresa. Quince aterrizaron ayer en Barajas. Y todos con la boca abierta y los ojos fuera de sus órbitas. "Sí. Estamos aturdidos", admitía Adeva, el ala-cierre del Caja Segovia que con este Mundial ha logrado el único título que le faltaba en su brillante palmarés. "Estamos aturdidos por el viaje, pero también por el recibimiento. Hemos hecho algo muy grande, importantísimo, pero no estamos acostumbrados a estos recibimientos".

Es cierto. Por mucho que sean los mejores del mundo y que más de millón y medio de personas practiquen su deporte en España, los jugadores de la selección nacional de fútbol sala no suelen tener a más de 300 personas esperando impacientes su llegada a un aeropuerto. Eso es algo, parecían decir sus gestos, reservado para los deportistas míticos, o los hermanos mayores del fútbol; quizás las estrellas de Hollywood; y, por supuesto, las grandes personalidades... ¿Pero ellos?

Ellos son Jesús, Julio, Santi, Adeva, Orol, Joan, Javi Rodríguez, Kike, Javi Sánchez, Paulo Roberto, Riquer, Luis Amado, Guillermo y Daniel -los 14 inicialmente selecionados-, más Ricardo, el portero de El Pozo-Murcia, que acudió a última hora tras la lesión de los dos primeros guardametas, con el torneo ya en marcha. Quince nombres que hasta ahora no conocían más que unos pocos fieles pero que, con el título de campeones del mundo en el bolsillo, se han hecho acreedores a ese cuarto de hora de fama del que hablaba Warhol.Los campeones llegaban a las 13.45. Esa era la hora prevista para el aterrizaje del vuelo 6112 de Iberia procedente de Guatemala, con escala en Miami, en el que regresaba a España la selección de Javier Lozano. El avión aterrizó mucho antes, a las 13.08, pero el adelanto no cogió desprevenidos a los familiares y aficionados que esperaban con impaciencia la llegada de sus héroes después de más de un mes sin verles. Desde mucho antes, la terminal número uno estaba tomada por más de 300 personas.

Pese al adelanto, los campeones se hicieron esperar. La peña que Javi Rodríguez -el autor de los dos goles de doble penalti en la final que le dieron el título a España- tiene en el pueblo leonés de Fabero, de donde su familia es originaria, animaba la espera con bombos y bocinas.

No fue hasta pasadas las dos cuando la selección asomó la cabeza. Primero fue un carro cargado hasta arriba con parte de los 1.400 kilos de material que el equipo desplazó. Poco después, agarrado al trofeo de campeones, salió Jesús Clavería, el capitán, el héroe de la final con sus espectaculares paradas. Tras él, todos con sus medallas colgadas al cuello, el resto de los jugadores, técnicos y componentes de la delegación española. Esta vez, después de la bronce, en el Mundial de 1992, y la de plata, en el de 1996, la medalla de oro.

Poco a poco, arrastrando el cansancio de más de diez horas de viaje y la sorpresa, alzando la cabeza para buscar un rostro conocido, todos se fueron dirigiendo hacia sus familiares.

Javier Lozano, el seleccionador, intentaba mantener la calma, mostrarse reflexivo ante el acoso de los medios. "Todo esto es una grata sorpresa. Estamos sorprendidos, en una nube, pero ojalá no nos vuelva a ocurrir. Este título tiene que ser la puesta de largo del fútbol sala en España. Espero que ahora se nos tenga más en cuenta", razonaba.

Una reivindicación también de los Santi, Riquer, Joan, los hispano-brasileños Paulo Roberto y Daniel, y compañía. Más por el fútbol sala que por ellos mismos, a ninguno le importaría que dentro de cuatro años sean 3.000 y no 300 los que les esperen en Barajas.

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