El Madrid sufre ante el colista
El conjunto madrileño consigue vencer en el tiempo añadido a Osasuna, que jugó una hora con un jugador menos
Si el Real Madrid reclamaba una oportunidad para rehabilitar su imagen, la perdió en Pamplona. Fabricó sin interés cinco ocasiones, marcó tres goles y ganó un partido que le trajo sin cuidado. Siempre pareció un equipo triste, sin carácter ni ganas de hacer algo más de lo que exije el decoro, puro contraste con Osasuna, un conjunto que camina hacia Segunda sin otra cosa que reprocharse que su fútbol rudimentario. El Madrid tiene todo lo que Osasuna echa de menos, y a la inversa.Ajeno a las críticas y a la apatía demostrada por su equipo en Tokio, Del Bosque escogió el inmovilismo por todo cambio. Se trataba, quizá, de examinar la actitud de sus jugadores y de conocer qué puede dar de sí el Real Madrid en lo cotidiano, es decir en la Liga. Ante el colista del campeonato, el conjunto blanco sólo necesitaba tirar de pedigrí para superar sin traumas a un Osasuna que todavía no ha ganado en su campo y que ni siquiera sabe si lo hará algún día. Efectos del jet lag, o simple incapacidad transitoria, el Madrid arrancó al trote, dueño del balón por dimisión del rival, pero incapaz de hacer del mismo un uso razonable. En sus movimientos no había rastro de tensión y mucho menos de intención. Su actitud displicente podía obedecer al cansancio acumulado o a la desidia.
OSASUNA 2-REAL MADRID 3
Osasuna: Nuno; Cruchaga, Ocio, Mateo; Yanguas (Palacios, m. 80), Álex, Iban; Lekumberri, Sabino, Arpón; y Armentano (Sanzol, m. 34).Real Madrid: Casillas; Geremi (Savio, m. 45), Hierro, I. Campo, Roberto Carlos; Makelele, Helguera; Figo, Guti (Morientes, m. 7), McManaman (Salgado, m. 70); y Raúl. Goles: 1-0. M. 20. Arpón recoge un balón pasado en el área, recorta a Roberto Carlos y cruza a la escuadra. 1-1. M. 38. Figo se interna por la derecha, Morientes cede hacia atrás y Raúl cruza desde la frontal del área a la derecha de Sanzol. 1-2. M. 57. Hierro eleva sobre la defensa navarra y su centro lo recoge Morientes, que sólo tiene que marcar. 2-2. M. 65. Cruchaga cabecea un córner, Sabino toca el balón, Casillas lo saca con la pierna y el rebote se estrella en Iván Campo antes de traspasar la línea. 2-3. M. 91. Iván Helguera, de tiro raso desde fuera del área. Árbitro: López Nieto. Amonestó a Mateo, Figo y Martín, segundo entrenador de Osasuna. Expulsó con roja directa a Nuno (m. 33). Unos 16.000 espectadores en El Sadar.
Osasuna no sufría problemas de este tipo. Sus jugadores se limitan a interpretar un mismo código de conducta en el que no existen fisuras de concentración. Todo lo que no sea hacer lo que saben constituye un lujo que los de Lotina no quieren permitirse. Así que se dedicaron a hacer lo que saben: correr, tapar y presionar. La sencillez de su propuesta enseguida desarmó a los blancos, que además perdieron en la segunda acción del partido a Guti. La cita se volvió plana, horizontal. El Madrid trasladaba el balón de izquierda a derecha para atascarse inevitablemente; Osasuna no sabía qué hacer con el balón cuando los de Del Bosque se aburrían de manosearlo. Para resumir, los navarros se lo quitaban de encima con patadas a seguir, como en el rugby.
Un cuarto de hora después de sustituir a Guti, Morientes seguía inédito sobre el campo. El partido caminaba hacia la nada cuando Arpón acertó a controlar un centro destinado a perderse lejos de Casillas. Con un recorte seco, cruzó el balón a la escuadra. Con un gol en contra, el Madrid siguió calentando sobre el césped y Hierro se concedió el lujo de lanzar un penalti mirándose el ombligo. Como sus compañeros, seguía sin aterrizar. Entonces, Figo abrió un ojo, contempló a sus marcadores, los desquició con un par de patadas feas y empezó a reclamar el balón brazo en alto. Roberto Carlos, Helguera y McManaman acabaron cediéndoselo. En estos casos, el Madrid agradece el más mínimo gesto de soberbia individual, la de Figo, por ejemplo, que enseguida empezó a hacer sangre por su banda. O la de Raúl, que se cargó de energía y se empeñó en pedir tantos balones como recibía Figo. Entre los dos fabricaron el empate.
El descanso apeó a Geremi del partido. Figo quería juego y el camerunés no está para habilitar a nadie. Del Bosque acabó entendiéndolo e hizo de McManaman un lateral capaz de entenderse con el portugués. El experimento fracasó y condujo al inglés al banquillo. El Madrid seguía sin capacidad para imaginar otra cosa que no fuera el toque aséptico en corto y Osasuna se recreaba en su presión. Ambos ejercicios resultaban estériles para el juego, que reclamaba, al menos, un segundo de falta de pudor. Por ahí apareció Hierro, para sentar a la defensa navarra y habilitar con sutileza a Morientes, que solo tuvo que marcar el gol más sencillo de su carrera.
La calidad parecía sobreponerse a las medianías. Fue un espejismo, porque el conjunto madrileño regresó a su caverna, convencido de que resultaba más juicioso descansar que jugar. Osasuna, con todos sus problemas, con el efecto de la remontada a cuestas, siguió en el partido. Sin más argumentos que la pelea, acabó forzando un córner que derivó en barullo y en gol. El Madrid no supo sobreponerse a tanta sorpresa. Figo perdió gas, Raúl interés y ni Makelele, Savio o Helguera intentaron otra cosa que no fuera delegar entre sí la responsabilidad de imaginar un pase en profundidad, un mísero regate o algo cargado de intención constructiva. Acabó pareciéndose al colista del campeonato. Por eso pareció tan desproporcionado su tercer gol.
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