El mejor racionalismo vasco
Tenía 27 años José Manuel Aizpurúa cuando se inauguró el nuevo Real Club Náutico de San Sebastián, que había diseñado con su compañero Joaquín Labayen. Corría el verano de 1929 y aquel sorprendente edificio, que recordaba las formas de un barco, supondrá un cambio en la visión de la capital guipuzcoana que llega hasta hoy. Es la primera vez que la arquitectura española tiene una conexión con la vanguardia mundial y los nombres de Le Corbusier o Mies van der Rohe resuenan en los oídos de los jóvenes arquitectos del momento.La sugerente figura del Club Náutico es una de las mejores muestras de las posibilidades de trascendencia de la arquitectura moderna. El paseante que recorre la bahía de La Concha y se encuentra con este edificio se queda cautivado, salvando las distancias, como cuando se acerca a la playa de Gros y se encuentra ante el Kursaal de Moneo. Sólo que, cuando Aizpurúa y Labayen diseñaron el Club Náutico, San Sebastián era otro mundo.
Como señalan los arquitectos alaveses Javier Bárcena y Luis Zufiaur, estudiosos de las construcciones vascas de este siglo, "es interesante imaginarse lo que era San Sebastián en aquellos años 20, con el glamour del veraneo, pero con carros tirados por caballos y unos edificios que lo más que arriesgaban era al folclorismo".
Y entonces llegó el Náutico, deudor del espíritu de velocidad y riesgo que representaban las vanguardias, con cuyos principales representantes se codeaba Aizpurúa. Había instalado su primer estudio en el número 32 de la calle Prim junto a Labayen, tras acabar la carrera en 1927. Sus inquietudes quedan a la vista desde el momento en que participa en la sección de Arquitectura de la Exposición de Artistas Vascos que se celebró en la capital guipuzcoana en 1928. Esta muestra sería el embrión del grupo norte del GATEPAC (Grupo de Arquitectos y Técnicos Españoles para el Progreso de la Arquitectura Contemporánea), que mantuvo estrechas relaciones con Le Corbusier y los principales representantes de la arquitectura moderna.
La realización del proyecto fue compleja y hubo más de una idea para resolver unas instalaciones que debían atender las visitas de la Familia Real y de los principales deportistas nacionales y extranjeros que acudían a las regatas del Club. Pero, sobre todo, debía servir a los propios socios, que hasta el momento habían contado con una precaria construcción conocida como La bombonera.
En aquel momento en que se comenzaban a construir los primeros rascacielos, a usar las piezas fabricadas en colada caliente y llegaba el hormigón armado, el moderno Aizpurúa no podía dejar de ignorarlo. En lugar de la verticalidad, optó por la línea horizontal, paralela a las del cielo y el mar de la bahía, hacia donde mira toda esta construcción de 55,8 metros de largo, 21 más que el viejo club.
Se siguen los presupuestos que había señalado Le Corbusier y que se resumen en la importancia de los nuevos soportes frente a los cimientos antiguos, en el uso del tejado plano que se convierte en terraza o jardín, la libre estructura de la planta y la fachada, la ventana apaisada y corrida. Según José Ángel Sanz Esquide, autor de una monografía sobre el Náutico publicada por el Colegio de Arquitectos de Almería, "lo que hay que destacar de este edificio es que se impone la interpretación puro-visualista, abstracta, que ve el Náutico desde la horizontalidad".
Para este autor, hay que recordar las dos metáforas que se han venido aplicado a esta construcción: "Como barco, por lo que tiene de figuratividad -cubierta, barandilla, salvavidas colgado, mástil- y de aislamiento con respecto al mundo exterior", y como casa, "pues allí se está bien: nada hiere, todo es descanso para los ojos y el espíritu".
En su interior, el edificio mantiene en la actualidad parte de la decoración original en los salones y en el bar con un tono elegante por la sobria combinación de madera, cuero y acero. Desde hace años, la parte superior se habilita como discoteca de entrada libre, con lo que los no socios pueden disfrutar de una construcción que recientemente ha recuperado una sala en la planta baja para uso de los socios que tienen en este edificio los servicios habituales de los clubes privados.
Justo después de presentar el Club Náutico, en marzo de 1930, Aizpurúa escribió un artículo en La Gaceta Literaria que resumía su actitud iconoclasta. Comenzaba así: "La arquitectura en España no existe; no hay arquitectos, hay pasteleros ¿Por qué no habrá turroneros todo el año, con lo bonito que es el turrón? ¿Dónde está el arquitecto arquitecto?"
Este carácter elitista, propio de las vanguardias artísticas, se trasladó a su pensamiento político. Poco tiempo después, Aizpurúa se afiliaba a la Falange, de la que llegaría a ser responsable en Guipúzcoa, en cuya capital, a la que había dado uno de sus edificios emblemáticos en el siglo XX, fue fusilado en septiembre de 1936.
PERFIL
José Manuel Aizpurúa nació en San Sebastián el 30 de diciembre de 1902, donde murió en septiembre de 1936. El Náutico es su obra más emblemática, aunque también es autor de algunas casas de viviendas notables, como la que proyectó en Hondarribia con Lagarde.
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