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Tribuna:EL ASESINATO DE ERNEST LLUCH
Tribuna
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Apuntes complementarios

El autor aporta unas notas sobre el contexto de los años setenta, en los que la figura de Lluch fue tan decisiva

Ha vuelto a suceder con la muerte, con el asesinato, de Lluch. Ocurrió también cuando fallecieron Fuster y Ventura. Quizá es inevitable o quizá el fenómeno se amplifica en una sociedad de tan baja densidad civil como la valenciana. En cualquier caso, la desaparición de los grandes hombres, aquellos cuya trayectoria influye en la de generaciones enteras, favorece una reconstrucción selectiva de toda la vida colectiva de aquellas etapas en las que su influencia fue decisiva. Cuando no, el caso paradigmático fue el de Vicent Ventura, de la propia trayectoria vital de quien ha desaparecido. Contribuye a ello, sin duda, el que siempre proyectamos sobre nuestro pasado nuestras preocupaciones del presente. Pero también el que en esa reconstrucción de tiempos lejanos no participan casi nunca todos cuantos fueron sus actores. Cuantos nos dedicamos a la historia nos enfrentamos cotidianamente a ese interrogante, insoluble en no pocas ocasiones, de saber si contamos con testimonios demasiado escorados en una u otra dirección para representar adecuadamente lo sucedido (sabiendo que la objetividad completa no es nunca posible) o si por el contrario nuestra información es suficiente.No hay otro deseo en estas líneas inconexas que el de contribuir, mínimamente y ayudado por las notas que fui tomando durante aquellos años, a que cuando alguien proceda a la reconstrucción de la ilusión cívica y de vigor intelectual que dominaron, como en pocas ocasiones, la vida colectiva de la ciudad de Valencia durante los setenta, tenga la posibilidad de contar con unos apuntes complementarios, que no contradictorios con lo ya publicado, sobre el contexto en el que tan decisiva fue la figura de Ernest Lluch. Quisiera referirme sólo al terreno de la academia. Fuera queda, para otra ocasión quizá, la actividad estrictamente política en aquellos turbulentos años del PSPV de Ventura, de los Socialistes Independents y del Bloc d'Esquerra Nacional del País Valencià, cuando los meses previos, y no únicamente los posteriores, a las elecciones generales de 15 de junio de 1977 siguen siendo decisivos y sumidos en la penumbra.

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La primera referencia ha de ser a sus principales preocupaciones en su etapa de constructor, más que director, de aquel macrodepartamento, embrión de gran parte de la actual Facultad de Economía. Un núcleo de trabajo intelectual cuya historia estará siempre incompleta sin tener en cuenta a quienes no continuaron la trayectoria académica o lo hicieron en otras universidades. Entre esas preocupaciones, sin duda la economía valenciana fue una de ellas y una de las más importantes. También lo fue la historia, -fue Lluch quien ideó, conjuntó e impulsó aquel Pere Sisé, por Partit Socialista tanto como por Pere Quart, de los Premis Octubre de 1976- o el pensamiento económico hasta conformar la Escuela de Valencia. Pero, en mi recuerdo, nada le preocupó más que la teoría económica. Taxativo, sin dejar posibilidad de argumentar en contra, le escuché repetir en incontables ocasiones que sin teoría no hay rigor intelectual y que la teoría económica era la columna vertebral de cualquier facultad de económicas, en clara contraposición con otras posturas también existentes entonces entre estudiantes y profesores. Aquí, en la formación de un amplio grupo de economistas dedicados a ese campo del conocimiento, poco recordados estos días, su ingente estímulo intelectual fue inseparable del heterodoxo Alfons Barceló, fundamental, junto a Josep Fontana, en la creación de la atmósfera intelectual de aquellos años aun cuando la proyección pública de éstos fuera mucho reducida.

Otro apunte, también complementario, se refiere a las relaciones personales e intelectuales de Ernest Lluch con todos nosotros. En este caso, el muy distinto grado de vinculación personal posterior de cada uno con una persona con la simpatía personal que él tenía, no debieran conducir a hacer realidad el riesgo de que se olviden algunos hechos. Uno de los más destacados fue su estrecha, entrañable, relación personal e intelectual durante aquellos años con Mario García Bonafé, con quien inicialmente tenía previsto preparar La vía valenciana, de la que ahora se anuncia su reedición. Algo de todo ello dejó entrever ya en su nota introductoria de 1973 a su Pensament Econòmic a Catalunya al constatar que éste había escuchado y leído las muchas últimas redacciones del libro (hasta siete de un mismo capítulo). Pero no creo que mi recuerdo, aunque parcial, exagere al afirmar que durante su estancia entre nosotros su amistad, asentada en un amplio conjunto de intereses intelectuales compartidos, con García Bonafé se situó en un plano diferente, radicalmente diferente me atrevería a decir, que el resto de las intensas y estrechas relaciones personales establecidas por Lluch. Que el tiempo alterara o no esa relación es, a los efectos del recuento de los setenta, irrelevante.

Y el tercer apunte que quisiera recordar ahora, tras tantos años, es su predilección intelectual por una generación de alumnos que buscó su desarrollo profesional fuera de la Universidad y en bastantes casos fuera de Valencia, un rasgo éste que a nadie parece intrigar. Aquella de la que formaban parte Collado, Pérez, Sevilla, Verdú y tantos otros. Años después de abandonar Valencia, cuando en 1989 coincidimos unos meses en la UIMP, él lleno de nuevos proyectos, yo decidido a volver a la docencia y a la investigación universitaria a corto plazo, volvió a recordarme reiteradamente su afecto y consideración por aquel grupo de estudiantes, el más destacado, insistía, de cuantos tuvo en Valencia.

Quizá convenía recordar todas estas notas a pie de página para cuando alguien se adentre en la historia intelectual de aquellos años. O, en cualquier caso, como modesto reconocimiento a sus enseñanzas sobre el papel del rigor en los comportamientos individuales a los que hacía referencia Salvador Almenar durante el acto académico de condena de su asesinato.

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Jordi Palafox es catedrático de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad de Valencia.

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