_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Emociones

En la foto de aquella velada de finales del 75, en la Facultad de Económicas aparecen Manuel Broseta, Ernest Lluch y María Consuelo Reyna en la mesa que presidía la cena de entrega de los Premios de Ensayo de la ACED. Mientras Broseta me daba la mano felicitándome por el pequeño premio que habían otorgado, Lluch me miraba con una sonrisa medio tierna medio burlona de hermano mayor; y, supongo, MC Reyna celebraba sin disimulo encontrarse entre progres y antifranquistas. Tremendo. Un cuarto de siglo después, Broseta y Lluch, que poco después de aquello iban a alejarse en lo político, han sido velados y honrados en el mismo templo civil, el Paraninfo de la Universidad de Valencia, no porque sus múltiples discípulos, amigos y antiguos alumnos hayamos acudido al obligado homenaje del sabio que muere de viejo, sino llevados a la fuerza a constatar un mismo horror, el del crimen de una gente para la que nada ha cambiado aquí desde el 75.El pasado jueves, 23 de noviembre, en el Claustro de la calle de la Nave -como en aquel frío día 15 de enero del 92, cuando velamos el cadáver de Broseta-, me preguntaba de nuevo cuántos muertos más habrá que poner para que alguien se mueva por fin hacia el complicado objetivo de acabar definitivamente con esta sangría que lleva camino de volverse endémica. Y me preguntaba, con la rabia que da la impotencia, si tiene algún sentido este estoicismo con que aceptamos lo que se quiere inevitable; si realmente, con la digna mudez de nuestras respuestas a la barbarie no estaremos admitiendo que las cosas ya no pueden ser de otro modo. No tengo respuestas para tanto odio y tanto daño, pero intuyo que quizás nos estamos moviendo en un reduccionismo donde, al final, en lugar de atacar a lo que realmente genera la anomalía que no cesa, parece que resulta mas fácil criminalizar a todos los que se mueven más allá del estricto marco constitucional renunciando a matizar, con las precauciones que sean menester, los pasos que se exigen de unos y de otros.

En ese sentido, y puesto que parece que los valencianos no tenemos opinión al respecto, y que fiamos las soluciones a los dirigentes estatales de las principales fuerzas políticas, vendría muy bien que hablásemos por nosotros mismos y dijésemos lo que realmente pensamos del clima de crispación que se vive entre los partidos democráticos a propósito de qué hacer para acabar con los crímenes y qué hacer para superar el conflicto político que se vive en Euskadi, y que se proyecta en España como una maldición y un lastre para la democracia. ¿Damos por buena la obsesión excluyente que el PP proyecta sobre el PNV? ¿Es legítima la abstracta pretensión del nacionalismo vasco (PNV y EA) de ir hacia la soberanía por medios pacíficos y pactados? ¿Tiene el constitucionalismo español soluciones para despejar el camino del soberanismo particular del pueblo vasco dando a la vez garantías a todos los actuales ciudadanos de que sus derechos y libertades no sufrirán sea cual sea la nueva situación que se arbitre? ¿Debe quedar excluida, por sistema, la cláusula de negociar directamente con ETA el abandono de las armas con la contrapartida de medidas de gracia a medio y largo plazo? ¿Hay o no en otros procesos violentos contemporáneos alguna idea que pueda asumirse aquí para ir más aprisa hacia la paz y la integración del conflicto en sus justos términos políticos? ¿Cuántos muertos más antes de rendirnos víctimas de nuestra emotiva incompetencia?

Vicent.Franch@uv.es

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_