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Tribuna:LA HORMA DE MI SOMBRERO
Tribuna
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Ennio Bispuri, totófilo JOAN DE SAGARRA

Paula de Parma me da la noticia: "El nuevo director del Instituto Italiano de Cultura es un totófilo; romano, filósofo, simpático y totófilo". Pues mira qué bien. Efectivamente, el señor Ennio Bispuri (Roma, 1943), flamante director del Instituto Italiano de Cultura de Barcelona, se dio a conocer como estudioso del llamado "pensiero irrazionale", publicando en Palermo, en 1979, un ensayo sobre Nietzsche (Nietzsche e Musil). Al año siguiente, vuelve a la carga y publica, en Roma, un segundo ensayo sobre Nietzsche (Nietzsche: il volto nascoto dell'Oriente), y dos años más tarde remata la jugada firmando, en la RAI, una serie televisiva, en tres capítulos, sobre Il caso Nietzsche. Pero Ennio Bispuri es hoy más conocido como estudioso del cinema y del mundo del espectáculo italiano. Buena prueba de ello son sus libros Federico Fellini e il sentimento latino della vita (Roma, 1981), Totò, principe clown (Nápoles, 1997), y Vita di Totò (Roma, 2000), así como sus habituales colaboraciones en Cinema Nuovo y Lumière.Llamo al señor Bispuri, me identifico como un raro ejemplar de la especie Totophilo barcinonensis, y le pido una entrevista. Me cita el jueves, a las diez de la mañana, en la sede del Instituto, en el pasaje de Méndez Vigo de Barcelona. Llevaba razón Paula: es simpático, habla un más que correcto castellano, melódicamente chileno (el señor Bispuri ha dirigido institutos de cultura italianos en Stuttgart, Colonia, Argel, Santiago de Chile y, según me dicen, acaba de llegar de Moscú), y me ofrece un café, un café italiano. El café es excelente.

Le pregunto al señor Bispuri qué relación existe entre Nietzsche y Totò. La pregunta, así, a bote pronto, puede parecer una boutade, una de esas golosinas a la que nos tiene habituados el tremendo Guillem Martínez, pero, bien mirado, tiene su lógica: Roberto Escobar, profesor de la Universidad de Bolonia, autor de Nietzsche e la filosofia politica del XIX secolo (1980) y de Nietzsche e il tragico (1980), es, a su vez, autor de Totò. Avventure di una marionetta (Bolonia, 1998). El señor Bispuri, que conoce sobradamente los trabajos de Escobar, me ríe, cariñosamente, la pregunta y se despacha diciéndome que a pesar de tratarse de dos personalidades muy distintas y distanciadas, hay, sin embargo, algo que une al filósofo alemán y al clown napolitano. Y es que ambos irrumpen, son aceptados por la juventud italiana de finales de los sesenta y principios de los setenta, como dos personajes rompedores y liberadores: "Nietzsche ha liberado a la juventud italiana del 68 a nivel intelectual -abriendo una cantidad de puertas, planteando una serie de preguntas-, y Totò ha hecho otro tanto a nivel emotivo", me dice el señor Bispuri.

Para el señor Bispuri -me insistirá en ello a lo largo de nuestra conversación-, Totò ejerce un efecto "desintoxicante", "purificando la compleja vida moderna en la que se ve inmersa la sociedad italiana, sobre todo después de la posguerra". Pero el señor Bispuri todavía va más lejos. Para él, Totò, "un clown che a messo la maschera umana, cioè ha fatto il contrario del clown del circo, che è un uomo che mette la maschera buffa", como escribe en su libro Totò, principe clown; para él, Totò, "ha unificado Italia". El clown napolitano, la criatura del Sur, ha sabido encarnarse -carne y sangre- en un personaje universal, del Sur y del Norte, de todos los sures y de todos los nortes, convirtiéndose en un defensor de los "valores elementales", del amor, del trabajo, del afecto, de la amistad, de la vida misma.

En la idea que yo tenía de Totò, primaba, lo confieso, la máscara, la marioneta. Mi Totò era más técnico que humano, en todo caso menos humano de lo que la criatura es para el señor Bispuri. Para decirlo de una manera más descriptiva, a la vez que rotunda, Totò era más de goma, y de hueso-madera -como un Pinocho de laboratorio-, que de carne y de sangre. Pero, después de leer el libro del señor Bispuri y de conversar con él, el personaje se me ha humanizado notablemente. Es notorio que Totò, a lo largo y ancho de su carrera cinematográfica -97 filmes de los que él tan sólo salvaba 10-, pese al éxito de taquilla, de público, no fue reconocido por la crítica, salvo por unos pocos (pocos, pero de peso). Recuerdo que a mediados de los sesenta, poco antes de su muerte, Totò fue "descubierto" por los jóvenes españoles, por mis amigos, gracias a Pier Paolo Pasolini (Uccellacci e uccellini es de 1966). Pasolini liberaba al clown -mitad Augusto mitad Carablanca- de toda la bruttezza de su anterior filmografía, descaradamente comercial, para ofrecernos una criatura lunar, surreal, toda poesía. Craso error. Es cierto que Pasolini nos descubrió una cara oculta -hasta cierto punto-, la cara lunar de Totò, pero no es menos cierto que el Totò humano, el clown, el actor más soberbio y completo había ya asomado el pico, y toda su humana figura, en 1951, en Guardie e ladri, de Steno y Mario Monicelli (Monicelli que, siete años más tarde, dirigía I soliti ignoti). Así lo piensa, así lo escribe y así me lo cuenta el señor Ennio Bispuri. Y, hay que reconocerlo, lleva razón.

Me lo pasé muy bien la mañana del jueves conversando con el flamante director del Instituto Italiano de Cultura. Antes de despedirnos, el señor Bispuri me confesó que había llegado a Barcelona con dos deseos. El primero, crear en el Instituto una sección, permanente, que se dedique a difundir y estudiar el cinema italiano: conferencias, debates, estrenos, retrospectivas, homenajes, de acuerdo con la Cinemateca y alguna que otra sala de la ciudad. El segundo, poner en pie una librería italiana, donde poder leer -y comprar- libros y revistas, periódicos italianos, al tiempo que uno se toma un café, un café italiano, como el que yo me tomé el jueves mientras charlaba con el señor Ennio Bispuri, romano, filósofo, simpático y totófilo.

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