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FÚTBOL Segunda División

El Sevilla, más pícaro que el Betis Decisiva lesión de Capi, víctima de una fuerte entrada de Pablo Alfaro, que fue expulsado

Triunfó el equipo que mejor supo desenvolverse en el entorno que rodea a este tipo de partidos y el que más picardía, a falta de fútbol, desplegó sobre el césped del estadio Ruiz de Lopera. Ese conjunto fue el Sevilla, de Joaquín Caparrós, que fue capaz de dar la vuelta al marcador, apuntillar al Betis y adjudicarse así el último derby sevillano del siglo y del milenio. Y eso que a los sevillistas les costó un mundo meterse en faena.El Betis ganó la batalla en lo táctico: anuló al Sevilla casi por completo y dominó la primera mitad, aunque, una vez más, pagó las consecuencias de su eximio poder intimidatorio en el ataque, en el que todo lo fía a la calidad del esforzado Amato y a la frescura y habilidad del joven canterano Capi, que ayer, hasta que Pablo Alfaro lo sacó del cartel de forma abrupta e intencionada, fue la auténtica bestia negra de sus rivales. Su soltura entre líneas y sus desmarques imposibles dislocaron a Prieto y Alfaro, incapaces de atajar tal torrente de diabluras.

BETIS 1SEVILLA 3

Betis: Prats; Cañas, Belenguer, Filipescu, Torres Mestre; Joaquín, Ito (Valerio, m. 76), Pavón, Benjamín (Gálvez, m. 84); Capi (Romero, m. 67) y Amato.Sevilla: Notario; César, Pablo Alfaro, Prieto, David; Gallardo (Tevenet, m. 46), Taira, Casquero, Fredi (Héctor, m. 67); Diego Ribera (Otero, m. 54) y Olivera. Goles: 1-0. M. 47. Filipescu pasa a Capi, que bate a Notario. 1-1. M. 56. Espléndida jugada de Olivera, culminada con un formidable centro al área que Tevenet aprovecha para superar a Prats. 1-2. M. 77: Olivera, de penalti. 1-3. M. 81. Olivera aprovecha un error en el despeje de Valerio. Árbitro: Pérez Lima. Expulsó a Pablo Alfaro (m. 66) por una entrada violenta a Capi y a Prats (m. 76) por un derribo a Otero. Además, amonestó a Olivera, Fredi, Amato, Cañas, Ito, César, Benjamín y Otero. Unos 40.000 espectadores en el estadio Ruiz de Lopera.

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Él solito, asistido por el correcaminos Amato, logró desdibujar a un Sevilla que aún trataba de cogerle el aire al encuentro.Cuatro veces tuvo Capi en sus botas adelantar a su equipo antes del descanso, pero enfrente se topó con otra joven promesa andaluza: el guardameta Notario, que con su actuación reivindicó la titularidad que disfrutó por segunda jornada consecutiva. Y así, con un Betis crecido que tuvo amilanado y asfixiado al Sevilla durante todo el primer periodo, se llegó al intermedio.

Tras éste se vivió lo que más tarde se reveló como un mero espejismo: Capi obtenía con su gol la recompensa a su esfuerzo y el Betis parecía abocado a hacerse con su primer derby desde la temporada 1996-97. Falsa ilusión. Porque, en éstas, le dio a Olivera por asumir el mando en el Sevilla, tirar de coraje y, junto a la involuntaria colaboración del colegiado tinerfeño, que demostró tener una mano fácil, minar la escasa confianza que tenía el Betis en sus posibilidades y dinamitar el partido. Y vaya si lo hizo. Con Capi en la enfermería, a la que le envió con un certificado de urgencia Alfaro con su duro plantillazo en la rodilla, el Betis se quedó huérfano de ideas y optó por defender su exigua renta.

Era, pues, el turno del Sevilla, que, aunque tardó en entrar en liza, supo dar la vuelta a la tortilla. El gol de Tevenet acobardó aún más al Betis, que ya no se recuperaría. Y aquí comenzó el picaresco espectáculo de Olivera. El uruguayo caldeó primero a la grada, que casi sesteaba bajo el sol matinal, recogiendo un palo que cayó cerca de él y paseándolo por medio campo hasta dárselo al severo colegiado. Al poco, Prats, reflejo de la crisis nerviosa que se apoderó del Betis, trabó en el área a Marcelo Otero y se fue directo a la caseta. Olivera se encargó de transformar en gol el penalti y, de paso, de cargarse moralmente al olvidado Valerio, que reapareció para ser humillado. No contento con eso, el suramericano visitó el banquillo rival y dedicó el gol a Fernando Vázquez, quien le había recriminado su paseo con el palo arrojado.

Apenas tres minutos después de que Olivera festejara con un baile su gol ante el sector de aficionados sevillistas, el uruguayo se encontró con un regalo del tembloroso y derruido Valerio, bordó su actuación, sentenció el partido y otorgó al Sevilla la victoria en el último derby del milenio.

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