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Undécima jornada de Liga

Al Madrid le sale cara

Un autogol de Amor da el triunfo al conjunto blanco ante un Villarreal que jugó mejor

Un golpe de fortuna dio la victoria al Real Madrid en El Madrigal. Un gol en propia meta de Amor, tras un centro blando de McManaman, le bastó al equipo de Vicente del Bosque para salir airoso ante un rival que jugó mejor, pero que quemó sus naves en la primera parte. El Madrid sobrevivió en ese periodo y sacó la cabeza unos instantes en el segundo para sentenciar. Unos momentos que coincidieron con los providenciales cambios de Del Bosque, quien, en su feliz cumpleaños deportivo, equilibró a su equipo con las entradas de Solari y Munitis. El primero, fundamentalmente, tapó la vía de paso que había abierto el Villarreal por la izquierda y contribuyó de paso a asentar el centro del campo madridista.En cualquier caso, habrá que desterrar ya el prejuicio de que el Villarreal es un equipo entusiasta y fogoso que obtiene los puntos por pura voluntad. Del medio del campo hacia arriba, el Villarreal es un conjunto muy predispuesto técnicamente, con capacidad para abrir armoniosamente el juego y con un maestro de ceremonias que desde la media punta dirige inteligentemente el tráfico, Víctor. Eso es lo que hizo en el primer tiempo.

VILLARREAL 0- REAL MADRID 1

Villarreal: López Vallejo; Galván, Unai, Quique Álvarez, Arruabarrena; Jorge López (Escoda, m. 69), Amor, Cagna, Calleja (Craioveanu, m. 75); Víctor y Marioni (Moisés, m. 69).Real Madrid: Casillas; Michel Salgado, Hierro, Karanka, Roberto Carlos; McManaman, Makelele, Guti (Iván Campo, m. 79), Savio (Munitis, m. 59); Raúl y Morientes (Solari, m. 59). Goles: 0-1. M. 66. Amor intenta despejar un centro de McManaman desde la derecha, pero lo que hace es marcar en propia puerta. Árbitro: Prados García. Amonestó a Karanka, Amor, Unai, Morientes y Cagna, Arruabarrena. Lleno. Unos 17.300 espectadores en El Madrigal.

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El grupo de Víctor Muñoz halló un filón por el flanco derecho de su ataque, en el que Jorge López aprovechó la escasa intensidad defensiva tanto de Savio como de Roberto Carlos. Así, fabricó ocasiones de gol a porrillo. La pena para los de Víctor Muñoz fue que el jugador que más veces se acercó a Casillas fuera Marioni, tan revoltoso como falto de claridad en los últimos metros. De ser Víctor el que se hubiera encontrado en ese trance, el marcador se habría movido en abundancia.

Por contra, el Villarreal mostró distracciones defensivas de principiante. Raúl, por ejemplo, lo comprobó en un par de oportunidades que dilapidó sin oposición. El tipo de ocasiones que Raúl, en otro estado, no desaprovecharía jamás. Eso Raúl. Morientes, también lejos de su mejor momento, ni siquiera se asomó hasta ser sustituido por Munitis.

El partido resultó muy abierto, de ida y vuelta, pero el ritmo lo marcó durante media hora el Villarreal, que actuó con una velocidad más. El Madrid anduvo desorientado en la primera parte, sin saber a qué carta jugar. Su centro del campo fue muy pobre: Makelele dimitió una vez más de la función de organizador, Guti apenas entró en juego y cuando lo intentó fue cazado por detrás por Amor y tanto McManaman como Savio se abstuvieron de penetrar por los interiores. Justo lo que practicaron con profusión sus colegas en el otro lado: tanto Jorge López como Calleja llegaron cómodamente hasta la línea de fondo.

El Villarreal perdió gas tras el descanso. Pagó la velocidad del primer acto y el Madrid empezó a pesar más en el encuentro. La entrada de Munitis y de Solari dieron cierta estabilidad al cuadro de Del Bosque, que se cubrió mucho mejor, además de manejar el cuero con mayor soltura. Así nació el tanto del encuentro. Un centro sin aparente peligro de McManaman se convirtió en gol cuando Amor, que estaba solo, sin nadie que le presionara, lo introdujo en su propia meta.

Víctor Muñoz tiró entonces la casa por la ventana y sacó a los dos delanteros que guardaba en el banquillo, Moisés y Craioveanu. Del Bosque, en cambio, introdujo a Iván Campo por Guti para parar a Moisés, que era pura dinamita. Se atrincheró el Madrid y observó cómo al Villarreal le faltaba la frescura de otras veces. En esos instantes de desesperación local, Michel Salgado subió la banda con determinación y destapó las carencias defensivas de Arruabarrena, que son muchas. Aún dio tiempo a observar la opacidad goleadora de Raúl, que falló otro gol cantado.

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