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Luto en la antesala del paraíso

Fernando Gualdoni

El idílico pueblo de Kaprun tardará tiempo en reponerse de la tragedia que el sabado se cobró al menos 155 vidas

En la montaña de Kitzsteinhorn, un paraíso para los aficionados a los deportes de invierno cercano a la ciudad de Salzburgo, murieron al menos 155 personas, y un tercio de esa gente eran jóvenes austriacos de la zona, de este pueblo o de los vecinos. Da igual, aquí se conocen casi todos entre sí. No ha habido una catástrofe como ésta en casi 50 años en Austria, ni Kaprun ha enterrado tantos jóvenes al mismo tiempo desde entonces.La dorfkirche (la iglesia del pueblo que cada ciudad austriaca tiene) de Kaprun sólo recuerda a otros casi 50 jóvenes austriacos que murieron durante la II Guerra Mundial sirviendo en las filas del Ejército alemán. Sus fotos están en la entrada de la iglesia desde entonces.

Cerca de allí, de esta iglesia que se eleva por encima del pequeño pueblo de 3.000 habitantes, en la noche de ayer se levantó la capilla ardiente para los tres trabajadores que murieron el sábado asfixiados por el humo que rápidamente se elevó del túnel hacia la cima de la montaña.

"Ha sido una catástrofe", dice Margit Renz, propietaria del hotel Orgler, uno de los que alberga algunas de las 5.000 plazas de las que esta villa dispone para recibir a los turistas. "Todo coincidió", explica angustiada Renz, "era sábado y la mañana era espléndida, si hubiese sido un lunes habría sido igual de trágico, pero no hubiese habido tantas personas en el tren". "Muchos de nuestros clientes habituales nos llamaron para saber cómo estábamos, porque pensaron que estábamos en el tren", añade.

Margit Renz espera que sus clientes vengan cuando la temporada de esquí comience la próxima semana, aun cuando el tren que lleva a los esquiadores al glaciar sobre la montaña no estará en funcionamiento hasta por lo menos finales de diciembre. "Por suerte ninguno de nuestros huéspedes estaba en el tren", dice Renz, "sólo uno no vino a dormir el sábado por la noche, pero apareció a las siete de la mañana [de ayer]". "Fue espantosa la espera de los huéspedes uno a uno, el comprobar si aquel coche o el otro eran retirados por alguien. Espero que esto no se repita nunca más", dice la propietaria con las manos sobre la cara.

El pueblo vive del turismo y de los deportes invernales. Es privilegiado en esto sobre otras zonas del resto del país, puesto que en el glaciar que se halla en la cima de la montaña hay nieve todo el año. A la entrada aún permanece un cartel que anuncia una competición de snowboard, similar a la que impulsó a subir a muchos jóvenes el sábado pasado, para los días 26, 27 y 28 de este mes. Un policía local dijo que muy probablemente se quite el cartel cuando haya tiempo de pensar en ello.

Por el momento, Kaprun no sale de su asombro. Unos ancianos reunidos en el café Anita de la ciudad comentaron que lo más desconcertante es no saber, con certeza, qué fue lo que causó el accidente en el túnel de 3.200 metros de longitud. Se niegan a aceptar el rumor de que el tren transportaba algún tipo de material inflamable para unas reparaciones que se estaban haciendo en la estación situada en la cima del Kitasteinhorn.

"Nada de eso", comentó uno de ellos con cara desconfiada, "si se hace algo así se hace cuando no hay pasajeros en el tren. Esa teoría es absurda. Fue un accidente, y pasó aquí, pero pudo haber sucedido en Suiza". Estos hombres, reacios a dar sus nombres, son los más antiguos pobladores de Kaprun. Eran pastores y convirtieron hace ya muchos años sus típicas casas en albergues para turistas. Les fue muy bien, Kaprun se halla hoy en una de las regiones más ricas y apacibles de Austria.

Uno de esos hombres en el café mencionó que para Kaprun ha sido un desastre, pero que para otra pequeña ciudad, Wels, fue peor. Explicó que más de 20 de los excursionistas fallecidos el sábado eran funcionarios de esa pequeña localidad cercana a Linz (a unos 180 kilómetros de aquí). Unos años atrás, 10 personas de esa villa, también funcionarios, murieron en el incendio de un hotel en Estambul cuando estaban de vacaciones. "Wels está maldita", comentó el mismo hombre.

Kaprun no era motivo de atención por los medios desde que a principios de los cincuenta se inauguró aquí uno de los primeros pantanos para generar electricidad. Los lugareños no saben cómo tratar a aquellos que les preguntan por algo más que la tarifa hotelera, incluso las autoridades locales parecen incómodas frente al increpar de los periodistas. En la estación de bomberos de la villa, se halla uno de los hombres que acaba de bajar de las tareas de rescate de la montaña. Es muy joven, pero con toda naturalidad explica que las tareas para recuperar los cuerpos del túnel iban a comenzar en la noche de ayer. Reconoce que las autoridades civiles están ejerciendo una fuerte presión para que los cuerpos sean recuperados lo más pronto posible.

En las cercanías de la ciudad ya hay una tienda montada en la que muy probablemente a partir de hoy por la mañana se depositen aquellos cadáveres que sean factibles de ser reconocidos por sus familiares. Los cuerpos irreconocibles serán trasladados al tanatorio de Salzburgo para que sean identificados por los forenses. El bombero apaga su cigarrillo y se despide. "No creo que pongamos muchos en la tienda, creo que no hay ninguno reconocible", dice. "Será otra noche muy larga", añade.

Los equipos de rescate van y vienen por la única avenida de doble sentido de la villa. Entre camiones de bomberos y utilitarios de la gendarmería, circulan también ambulancias y pequeños camiones del Ejército. Según un policía local, serán jóvenes soldados los encargados de ir sacando los cuerpos poco a poco. "Es tan espantoso lo que van a ver los equipos que trabajen directamente en la extracción de los cuerpos del túnel, que también para ellos habrá asistencia psiquiátrica. La mayoría de los muertos tenían la edad de esos soldados", comenta el policía que guarda las puertas de la Gemeindeant (la oficina del Gobierno local). Allí está reunido por lo menos la mitad del Gobierno del Estado austriaco, junto a las autoridades del Gobierno del Estado Federal de Salzburgo.

Desde la acera de enfrente se los ve discutir acaloradamente detrás de un gran ventanal. Hay más de una treintena de periodistas abajo, procedentes de todas partes de Europa, sobre todo de Alemania, y de Japón. Aparte de los austriacos, una gran parte de los muertos procedía de estos dos países.

La noche en Kaprun será larga para todos. A pesar de la quietud del pueblo, tanta que parece que aquí no pasó nada, en el Ayuntamiento habrá luz hasta que lo sorprenda el amanecer. También en la estación de bomberos y en la estación de policía junto a la Gemeindeant. Desde todos esos sitios se puede ver la estación de esquí en la cima del Kitzsteinhorn.

La montaña domina y rodea todo el pueblo, es imposible mirar hacia cualquier sitio sin recordar la tragedia del sábado a la mitad de su cima. El segundo punto más alto de la villa es la iglesia del pueblo, rodeada por un cementerio centenario en cuyas tumbas hay encendidas velas rojas. La vista es escalofriante desde allí.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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