Mis problemas con la tragedia MARCOS ORDÓÑEZ
- 1. Un reincidente confiesa. L'Orestie, La Orestíada, de Esquilo, dirigida por Georges Lavaudant y en traducción francesa de Daniel Loayza, ha estado en el Nacional. Tres días, del 3 al 5 de noviembre, a teatro lleno: agotadas todas las localidades. Un espectáculo de cuatro horitas, incluyendo dos entreactos. Un espectáculo programado en la temporada anterior, pero que saltó del cartel por un retraso en los ensayos de Olors, de Papitu Benet, o por la huelga de técnicos, o por ambas cosas, ahora no recuerdo muy bien. L'Orestie se había estrenado en el Odéon en diciembre de 1999, hará casi un año. El Odéon es la casa de Lavaudant, y en cierto modo L'Orestie era una devolución de la visita, de cuando Lavaudant acudió al TNC a dirigir Els gegants de la muntanya. Un gran montaje el de Els gegants, por cierto. Me apresuro a decirlo para que no queden dudas: Yo soy un fan de Lavaudant. Un reincidente. Debo de ser de los pocos que han visto tres veces Terra incognita, su mejor espectáculo de los años ochenta: en Aviñón, en el TNP de Villeurbanne y en el festival de Granada. Quiero creer que esa triple reincidencia me exime de haberme largado de L'Orestie en el primer intermedio. Tampoco puede decirse que fuese a ver L'Orestie con el ánimo bajo. Ese mismo día había estado releyendo La source grecque, de Simone Weil. "Hace casi 2.500 años", se lamentaba Mme. Weill en 1936, "se escribieron en Grecia hermosos poemas que hoy parecen no ser leídos más que por especialistas, y es una lástima, pues esas viejas historias están todavía, por su humanidad, muy cerca de nosotros, y su emoción toca más de cerca al hombre común, el hombre que conoce la lucha y el sufrimiento, que a aquellos que han pasado su vida entre las paredes de una biblioteca".Por otro lado, la función llegaba precedida de todo el incienso de la crítica francesa: "Spectacle bouleversant... puissance excepcionelle... dépouillement extrême... Une Orestie proche, retenue, poignante...". No iba con el ánimo bajo, pero sí un poquito con la mosca tras la oreja, por el Ajax-Philoctète que Lavaudant había presentado en el Grec, en el Convent de Sant Agustí. Dos tragedias extractadas, comprimidas, encajadas en un espectáculo de una hora. Escribí entonces: "Muy depurado. Muy fino. Muy chic. Comédie-chic, para entendernos. No es mi Lavaudant, el Lavaudant visionario de Les Cépheides o Terra incognita. Es un Lavaudant que dibuja emociones a compás, distribuye movimientos con regla y cartabón, sin que por casi ningún hueco palpite la tragedia; parece que los actores estén más atentos a enunciar que a emocionar". Esto lo escribí en junio. La semana pasada pensé: "Bueno, en Ajax-Philoctète el hombre estaba obligado a minimalizar la cosa. Pero con L'Orestie se soltará el pelo. Volverá el Lavaudant visionario". Pues no; no tuve suerte. Digamos que no me salí: me echaron. Sí, hay espectáculos que te echan. No eres su público. Como si te dijeran: "Me parece que no está usted preparado para esto. No veo en usted el respeto, el recogimiento necesario. Casi mejor se va". Y me fui. En el punto 3 intentaré explicar mis razones.
- 2. Agamenón y familia. Ahora, un poco de historia. La Orestíada. Escrita e interpretada en Atenas en el año 458 antes de Cristo, o sea, hace unos 2.500 años. Dos años antes, por cierto, de que el señor Esquilo pasara a mejor vida, a los 69. Una media de edad increíblemente buena para la época, teniendo en cuenta, además, que Esquilo había combatido en un par de guerras contra los persas. Bien. ¿Alguien se acuerda de la trama de La Orestíada? ¿Nadie levanta el dedo? Se la recuerdo. Agamenón ha sacrificado a su hija Ifigenia para que los dioses le sean favorables en la guerra de Troya. Su esposa, Clitemnestra, lógicamente, no se lo perdona y espera a que vuelva. Diez años más tarde, cuando comienza Agamenón, primera parte de la trilogía, el rey regresa a Argos, victorioso y acompañado de una amante, un botín de guerra: la vidente Casandra. A la mañana siguiente, Clitemnestra (ayudada por su amante, Egisto) le apuñala en el baño y acaba también con la pobre Casandra, que ya lo veía venir. En la segunda parte, Las Coéforas, Electra y Orestes, hijos de Agamenón, se encuentran ante su tumba y juran venganza. Orestes llega, se carga a su madre y a Egisto y sale zumbando del palacio, atormentado por las Erinias, las Furias, que le martillean con la culpa. Hasta ahí la cosa va bien. Un buen material dramático, un taquillazo para Esquilo. En Las Euménides, tercera parte, Esquilo se pone tonto. Las Euménides, sin embargo, es la que más gusta a los estudiosos, porque ven ahí el germen de la democracia ateniense, del jurado popular y el buen sentido. Yo creo más bien que en Las Euménides está el germen de la abogacía marrullera tal como la conocemos hoy. Apolo y Atenea, los benjamines de Zeus, constituidos en bufete, perdonan a Orestes y vienen a decir, anticipándose a Freud, que cargarse a la madre no tiene tanta importancia, que lo fastidioso era matar al padre, al rey, como hizo Clitemnestra. Dice Apolo, con todo el morro: "La madre no es la engendradora del que se llama su hijo, sino la nodriza del germen recién sembrado. El que engendra es el hombre". Tampoco se menciona en la causa lo de ofrecer en sacrificio a Ifigenia. Los reyes son así. Los hombres son así. Impetuosos. El jurado popular dice que bueno, que vale, y Orestes se va de rositas. (Si quieren leer algo mejor sobre el tema, les recomiendo Troilo y Cressida, de Shakespeare, que también va de Agamenón y familia, y es infinitamente más complejo y profundo. Y, en plan zumbón, La bella Helena, de Offenbach & Meilhac & Halevy, que, por cierto, están preparando los Dagoll Dagom, con Rosa Galindo y dirección de Josep M. Mestres).
- 3. Una "cierta tendencia". Me pregunto, huyendo de L'Orestie. "¿Qué me pasa? ¿He perdido el gusto por el teatro francés, después de tanto teatro inglés? ¿Por qué cuando vimos Troilus and Cressida en el National, el año pasado, estábamos allí, con todos ellos, próximos, humanos, y hoy sólo he visto estatuas enunciantes? ¿O es que la tragedia, al revés de lo que dice Simone Weil, me resbala?". Mi mujer: "No, querido. Te has cansado de una cierta tendencia del teatro francés. Acuérdate de lo muchísimo que nos gustó la Alceste de Nichet, en el Mercat. Y la Electra de Vitez. O el Mahabharata de Brook, que esa sí es la madre de todas las tragedias". Claro, claro. El Mahabharata... También estábamos allí dentro, en la corte de los reyes. Y un riachuelo era el océano; cuatro antorchas y cuatro ruedas una batalla en la noche. Y duraba 12 horas, las mejores 12 horas de teatro de nuestras vidas. ¡Claro que sí, claro que la tragedia se puede hacer de otra forma! No es la retórica de Esquilo lo que me molesta; también hay retórica en Shakespeare. Es la retórica pomposa de Lavaudant. ¿Qué le ha pasado a Lavaudant? ¿Se ha contagiado de la retórica odeonista, del Comédie-chic que decía al principio? Al menos así me lo pareció. Estatismo. Academicismo à la page. Para mí, teatro viejo; tan viejo como L'avare de Planchon, la temporada anterior, también en el Nacional. O la Gata francesa de Arias.
L'Orestie. Preguntas. ¿Por qué todo es tan lento? ¿Por qué hablan todos igual, todo el rato, como notarios haciendo Racine? Y los que hablan con vibrato, como Philippe Morier-Genoud: "Parrrce que le rrroi Agamem-nonnn...". Oh, dioses, no puedo soportar ese tono. Y que no me vengan con que Cristianne Cohendy (Clitemnestra) es una buena actriz. Ah, no. No aquí. Eso lo hace una actriz catalana y la brean: parecía una parodia de María Casares, hierática, grandilocuente... ¿Por qué Agamenón (Gilles Arbona) parece un zombie? Acabas de ganar la guerra de Troya, amigo; vuelves a casa, te has tirado a Casandra. Venga, un poco de brío. Éste no es mi Gilles Arbona, que me lo han cambiado. ¿Por qué parece todo disecado, inmóvil, museístico? Sí, una "cierta tendencia": Comédie-chic. Tuve que esperar una hora hasta la primera emoción: la Casandra de Marie-Paule Trystam, señora de Lavaudant. Su parlamento es el mejor fragmento de la trilogía; casi parece de película de Darío Argento. Llega Casandra a la casa de los Atridas y la ve empapada en sangre, la sangre de los crímenes anteriores. Ve niños destripados, predice el asesinato de Agamenón y su propia muerte y va hacia ella como un corderito, como Masha Meril en Rojo oscuro. "Saludo en estas puertas a las del Hades; ruego tan sólo un golpe certero para que, sin convulsiones, derramando dulcemente mi sangre, cierre estos ojos". La traducción que cito -Tragedias completas, Esquilo, Ediciones B, 1988- es de don Julio Pallí Bonet, mi profesor de griego en el Instituto Menéndez y Pelayo; un recuerdo para él. Casandra / Maria Paule Trystam: Sí, se puede hacer de otra manera; ella es la prueba. Pero ya no tuve paciencia para quedarme y ver el resto. Me fui, canturreando, como antídoto, los lyrics de Meilhac y Halévy: "C'est avec ces dames qu'Oreste / fait danser l'argent à papa / Papa s'en fiche bien, au reste / car c'est la Grèce qui paiera". Hasta la semana que viene.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.