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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Disminuidos físicos

El pasado 26 de octubre hice una visita a las oficinas de la compañía El Ocaso en la calle del Pintor Sorolla, 25 de Valencia, con la sola pretensión de cambiar la cuenta bancaria donde deseo se cargue el importe de la prima de una póliza que mantengo desde hace más de 20 años.Encuentro que el acceso es muy costoso para una persona con mi nivel de disminución física: soy cifoescoliótico y tengo insuficiencia respiratoria crónica lo que hace que para deambular deba llevar oxígeno. A alguien en silla de ruedas le es imposible acceder a las citadas oficinas. Es un primer piso, pero la escalera es tal que supuso un nivel de agotamiento muy alto. Y no existe intento alguno de eliminación o suavización de barreras arquitectónicas.

Solicito el impreso para el cambio bancario y, ante lo narrado, pido hablar con el máximo responsable para presentar mi queja por no haber sido eliminadas las citadas barreras, como es pauta común en todas las empresas que pretenden ofrecer un servicio de calidad mínimo y homologable.

El empleado de Información actúa de forma correcta y diligente. Lo que no se da con los superiores a los que acude unas seis veces en los 20 minutos que me tienen esperando, por supuesto de pie, aunque la citada persona me invita a que me siente para la espera. Cuantas veces requiere que me atiendan, siempre vuelve con la misma respuesta: "Viene enseguida, está hablando por teléfono".

A su vez voy observando a quién acude para atender mi queja. Pasado dicho tiempo, una persona le dice que "si está todo resuelto, con clara referencia a mí asunto, él tardará hora y media en volver". Efectivamente, viene un tal señor César López y me dice, sin mediar presentación ni invitación a pasar a un despacho, "que si quiero quejarme de los accesos debo dirigirme a la comunidad de propietarios, ellos no tienen nada que decirme". Mi respuesta fue inmediata: "A quien se paga todos los años la prima es a esa empresa, nada tengo que decir a la comunidad". Después añadí otros comentarios como: "Que consideraba un atentado a la inteligencia tal comentario y una profunda falta de respeto a las personas, cuando no de delicadeza humana". Se me ofreció un impreso de reclamaciones que tienen para esas circunstancias, impreso que nunca llego a mi poder, no lo encontró pese a buscarlo por varias mesas. Como toda respuesta me entregó un folleto con el número de teléfono de atención al cliente. Pedí su identificación e indiqué que de estos hechos tendrían información los medios de comunicación de mayor circulación en Valencia, así como sus responsables jerárquicos.

Esto que he contado pone en evidencia tres cosas, entre otras posibles: que la agresividad y el trato displicente es moneda corriente hoy, confiando en ello, como solución ante cualquier reclamación, sin atender en ningún momento el hecho fundamental planteado; que los disminuidos debemos reclamar la anulación de cuantos obstáculos aparezcan en los accesos a oficinas públicas; y que podemos ser personas enfermas pero nunca pacientes.

De cuanto he dicho se ha dado cuenta al teléfono de atención al cliente. Gracias anticipadas. Reciba.- José Joaquín González Barrón.

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