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El elefante

Miguel Ángel Villena

El síndrome del elefante en la sala de estar. Así definen los especialistas el modo en que se ha instalado la violencia en la intimidad de los hogares, en esa supuesta sacrosanta parcela de la intimidad. Sostienen los expertos que los elefantes se han sentado en el sillón más cómodo de la casa. Al principio, los inquilinos acusan extrañeza, se ven atenazados por el miedo e intentan reaccionar para expulsar al paquidermo. Pero, poco a poco, de forma casi imperceptible, la compañía del elefante empieza a resultar familiar y su enorme y amenazadora figura pasa a formar parte del paisaje habitual del domicilio. Hasta que un día, claro, el descomunal mamífero se despereza, se enfada y comienza a destrozar con su tamaño y su fiereza toda la casa. La tragedia está servida.Ha llegado un punto en el que las constantes noticias sobre violencia doméstica y malos tratos a mujeres han llegado a incorporarse al panorama cotidiano de tal forma que ya casi ni nos asombran ni nos indignan. Porque la violencia crece con nosotros, en nuestra sociedad, en las aulas de las escuelas y de los institutos, en las gradas de los estadios de fútbol, en los gritos de los atrapados en un atasco de tráfico, en los terroríficos dibujos animados de muchas televisiones y en infinidad de películas estadounidenses salpicadas de disparos, asesinatos y navajazos. Alguien puede extrañarse de que, con un elefante instalado en la sala de estar, un hombre aseste siete puñaladas a su esposa tras atropellarla con un coche en Sevilla como ocurrió el miércoles, sin ir más lejos. Por descontado que la agresividad es algo innato en los seres humanos en la medida en que somos animales y luchamos por la supervivencia y por la defensa de un territorio. Pero, a diferencia de otros animales, las personas matan por placer o por imitación. Y esa educación para asesinar o ese regusto en el sufrimiento ajeno proceden tanto de los filmes de Arnold Schwarzeneger como de esos tipejos que alardean en los bares de que matarán a su mujer si se le ocurre marcharse con otro. El elefante vive entre nosotros.

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