El Tantarantana acoge un 'Tiet Vània' que destaca la ironía de Chéjov
Destacar la ironía, la comedia, la ambivalencia de sentimientos. Éste fue el principio que rigió la puesta en escena de una de las obras más conocidas de Antón Chéjov, Tiet Vània, en una versión dirigida y protagonizada por Josep Minguell. La obra se estrenó en el teatro Zorrilla de Badalona durante la pasada edición del festival Grec, y desde hoy y hasta el 3 de diciembre se presenta en el teatro Nou Tantarantana de Barcelona. El reparto del montaje reúne a nueve actores, entre ellos Sílvia Sabaté, Míriam Alamany, Pere Anglas y Nadala Batiste.Minguell tiene claro que Chéjov puede leerse desde una óptica mucho menos dramática de lo que se acostumbra. Es más, en el caso de Vània -al que se llama tiet y no el más formal oncle para aproximarlo al espectador-, afirma: "Chéjov lo pinta, según yo lo veo, un tanto clownesco. En sus últimas obras, el dramaturgo tiene cada vez una visión más irónica, todo tiene una pátina de comedia y una pincelada de vodevil".
Temas vigentes
Convencido de la plena vigencia de los temas que trata en sus obras, el actor y director ha evitado hacer un planteamiento naturalista. "Vamos vestidos prácticamente como se viste la gente de hoy, aunque con algunos elementos estilizados y de época. Es una lectura hecha por gente de hoy y dirigida a gente de hoy, con temas vigentes en la actualidad porque hablan de la experiencia humana desde el lado más íntimo".
En su interpretación de la obra, Minguell ha potenciado la cotidianidad. "Creo que es una forma de atrapar al espectador, de que se vea implicado en los conflictos de los personajes", explica. El director señala que "todos los personajes parten de una frustración, de una serie de deseos no cumplidos, y eso genera el conflicto". Sin embargo, pese a estas frustraciones, Minguell destaca la fuerza con que se enfrentan a la vida: "Hacen todo lo que pueden para conseguir lo que desean, luchan hasta el final y son capaces de matar y suicidarse para lograrlo, aunque muchas veces no están capacitados para cumplir sus objetivos".
Según Minguell, la proximidad con el público se logra también con el uso de un lenguaje muy cotidiano y sin artificios. "En la vida, a menudo tenemos comportamientos que contradicen nuestro estado de ánimo. No por el hecho de estar tristes hablamos en un tono lacrimógeno, sino que a lo mejor contamos un chiste, reímos para no llorar o al revés".
Josep Minguell reconoce que la exigencia de veracidad ha complicado el trabajo de los actores. "Con el texto no es suficiente, el intérprete debe crear la vida interior de los personajes, debe ser muy generoso y aportar mucho de sí mismo, porque si no se entrega en cuerpo y alma, el espectáculo carece de verdad".
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