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Rifirrafe en el 'green'

Quien aún sostenga que el golf es un deporte de etiqueta, que los golfistas son exquisitos y que, en caso de duda, todo se solventa con un whisky compartido en el hoyo 19, que oiga lo que ayer, al mediodía, pasó en el Montecastillo Hotel and Golf Resort, en las afueras de Jerez de la Frontera. Y todos aquellos profesionales que consideren que el ProAm (ese torneo en el que a los ricos e influyentes del lugar se les permite jugar codo con codo con los mejores deportistas del momento, contarles su vida y sus chistes, y hasta hacerse fotografías todos juntos) es el desperdicio de tiempo y talento más grande que puede haber, que lean y se solacen; sus críticas tienen fundamento.Campo de Montecastillo. 11 de la mañana. Miércoles 1 de noviembre, día de Todos los Santos y víspera del comienzo del Volvo Masters. Un partido del ProAm sale del hoyo nueve. Por el lado profesional, el compañero más deseado, Sergio García, el joven jugador español que tomó al asalto el golf mundial en el 99; por el lado amateur: Francisco José Aguilera, director general de Promoción Turística de la Junta de Andalucía; Salvador Moll, del grupo de prensa Moll, y Luis Fernández Somoza, self made man del transporte, lucense, 64 años, hándicap 13, invitado por Volvo Trucks, la marca de camiones que domina su imponente flota, la de Transportes Azkar. El partido ya marcha tenso desde el primer hoyo, desde que Sergio García le aconsejó a Fernández Somoza que no se pasara la mañana dando putts para meter su bola en el agujero, sobre todo después de que sus compañeros aficionados ya habían puntuado por él. El resto de la mañana no había arreglado las cosas. "Es que Sergio no se ha enrollado nada", se quejó luego Somoza. "Iba hablando con su caddie y no nos hacía ni caso, iba a su bola, y nunca mejor dicho, ni nos daba consejos, ni nos ayudaba, ni nada. No ha sido ni profesional, ni simpático, ni agradable".

Y así llegaron al hoyo 9, par 5, 473 metros, donde el golf dejó de ser un deporte de etiqueta y donde Sergio García dejó plantados a los tres amateurs. Y todo por un quítame allá estos metros. Juntando los relatos de los dos protagonistas sale la siguiente historia: en el medio de la calle, Somoza le pregunta a Sergio García a qué distancia está su bola de la bandera, que él pensaba que a 150 metros, pero que le confirmara, por favor; Sergio García coge el libro de distancias, consulta a su caddie y le dice que no, que está más cerca, a unos 115 metros. Zas, un hierrazo, y el empresario del transporte se queda corto de green. Y por la calle sube rezongando algo así como "espero que mañana aciertes mejor con las distancias, porque lo que es hoy..."; y el jugador sube a su lado contestando algo así como "pues no haberme preguntado". Llegan al green. Somoza se queda en su bola corta, y Sergio García sube al lado de la bandera, a donde ha llegado de dos golpes, a marcar la suya. Y en eso que Somoza le oye decir algo así como "no he venido aquí a hacer el gilipollas con otros"; a Somoza se le sube definitivamente la sangre a la cabeza y le espeta al jugador antes conocido como El Niño: "Cuidado, ¡a que te suelto una hostia!". Mudos se quedaron todos menos el fogoso empresario lucense, que continuó: "Cómo es posible que un profesional falle así, eso no se hace, ya me habían dicho que eras un engreído, y un creído, un cretino, un maleducado y un chulo, y se lo voy a decir a todo el mundo, y no eres un profesional y yo a mis 4.000 empleados les exijo sobre todo que sean profesionales, y tú no lo eres...". Y Sergio García, que ya había tenido bastante de empresario del transporte lucense hecho a sí mismo, de sus cientos de camiones Volvo, de sus 25.000 millones de facturación, de sus 4.000 empleados, y, sobre todo, del ProAm y de una mañana de golf horroroso, se fue.

No hubo disculpas posteriores. Fernández Somoza, que continuará en Montecastillo invitado por Volvo hasta el domingo, se pasó la tarde hablando de falta de profesionalidad y de sus empleados. Sergio García dijo que había sido un día diferente, que vio que la cosa se ponía mal y decidió irse a casa, y que esperaba que el rifirrafe no le desconcertara para el torneo que empieza hoy. Los otros jugadores se reían mucho al saber lo sucedido, creían que García había hecho lo justo, y, como Olazábal, pedían a los informadores detalles de la discusión. Y el director del torneo, David Garland, informó de lo que había pasado, de que enviaron a otro profesional en sustitución de García, "que había hecho lo correcto", porque al invitado no se le podía echar, y concluyó: "Si hubiésemos obligado a Sergio García a continuar, no sé lo que habría pasado".

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