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FÚTBOL Octava jornada de Liga

La Real hace pequeño al Alavés

El equipo de Periko Alonso se rehace y consigue bloquear el juego de los vitorianos

Será porque los polos se atraen, pero el partido de ayer en Mendizorroza acercó las abismales diferencias que separan al Alavés y la Real Sociedad. El equipo vitoriano no fue lo que se espera de un tercer clasificado en la Liga. Se comportó como una cosa mucho más pequeña. Se olvidó de su entidad. No remató ni una sola vez a la portería de Alberto, confirmado ahora por completo en la Real, un club aferrado a las raíces locales en estos tiempos de racionamiento.En la nueva era de Periko Alonso, los donostiarras no necesitan extranjeros (sólo uno, Jankauskas, jugó como titular) ni a Javier Clemente. Aunque siguen con un miedo atroz. La Real no se ha arreglado de la noche a la mañana. Pero dio un paso para rehabilitarse. Lo importante, dijo el nuevo entrenador a sus jugadores, son los fines. Nada valen los medios. Periko Alonso candó bajo diez llaves el entorno de Alberto. Sus cálculos entran dentro de las fórmulas más arcaicas del fútbol. Pensó que once jugadores ocupan un número determinado de metros cuadrados y se dijo: mejor que tapen huecos atrás que desperdiciar futbolistas en campo contrario. Los jugadores, para quienes la autoconvicción tiene caducidad en una situación tan delicada, no hacen ascos a la táctica.

ALAVÉS 0 REAL SOCIEDAD 1

Alavés: Herrera; Eggen, Karmona, Téllez (Mario, m. 60); Contra, Tomic, Desio, Pablo (Magno, m. 46); Jordi; y Javi Moreno (Iván Alonso, m. 76).Real Sociedad: Alberto; Fuentes, Corino, Pikabea, Aranzabal; Jauregi; López Rekarte (Khokhlov, m. 67), Aranburu, Idiakez, Gabilondo (De Pedro, m. 77); y Jankauskas (De Paula, m. 57). Gol: 0-1. M. 55. Falta sacada por Idiakez que Jauregi remata estirando el pie y el balón se cuela en la portería tras golpear en el poste. Árbitro: José Manuel Andradas, navarro. Amonestó a Contra y Tomic. 16.123 espectadores en Mendizorroza. Entre ellos no se encontraba Luis Uranga, presidente de la Real, la semana pasada criticado con dureza por Mané, el entrenador del Alavés, por cesar a Javier Clemente.

Así pues, sólo el Alavés intentó convertir el partido en un juego con balón. Pero sin porterías. Durante buena parte del partido se dedicó a mover la pelota de lado a lado sin la menor velocidad ni mordacidad. La inoperancia albiazul llegó a tal extremo que la Real, sin apenas buscarlo, se encontró con una falta a favor -nada que supusiera un riesgo aparente para su defensa-. La sacó Idiakez y Jauregi, entre dos defensas, se estiró para tocar el balón con la punta del pie. El partido no dio más de sí, por mucho que el Alavés cambiara la estrategia de la paciencia por la de la precipitación; su habitual juego colectivo por individualismo; la búsqueda de espacios y velocidad por una torpeza incorregible; su eterna virtud de la colocación por la locura (Dan Eggen, el central noruego, terminó de delantero centro).

La Real no hizo más. Bastante tenía con lo suyo, con conseguir en quince días pasar de ser el equipo más goleado de la Liga (seis le marcó el Barça, cuatro el Rayo y el Real Madrid) a terminar indemne el partido frente al Alavés, uno de los equipos que más ocasiones crean. Aunque sólo se trate de una tarde, la Real se acercó al Alavés. Se benefició de las consecuencias de las leyes físicas. Los polos, efectivamente, se atrajeron. Aunque a quien le guste el fútbol perdiera ayer argumentos para seguir manteniendo sus creencias.

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