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FÚTBOL Octava jornada de Liga

El Mallorca da una lección en Chamartín

El Real Madrid sufre su primera derrota en casa tras un espléndido partido de los dos equipos

Santiago Segurola

.El Mallorca ganó un partido que ennoblece a la Liga española. Partido grande, emotivo, bien jugado por los dos equipos, especialmente cuando las circunstancias les eran más duras. El mejor Madrid se vio después de recibir el primer gol. Reaccionó con un juego de altos vuelos, pero sin remate, preso de una paradoja: sus secundarios ofrecieron una actuación irreprochable, muy superior a la de sus estrellas, que ayudaron poco, con la excepción de un maravilloso Hierro. Raúl y Guti pasaron desapercibidos, Figo perdió gas en el segundo tiempo y Roberto Carlos vivió pendiente de un dilema. En cada una de sus incursiones, el Mallorca le montaba un alboroto a su espalda, especialmente en el primer tiempo. Ese matiz hay que atribuírselo al brillante plan de Luis Aragonés, listísimo para desbaratar el juego del Madrid y para interpretar lo que convenía a su equipo en todo momento. En sus cambios se advirtió la precisión para detectar los problemas del Mallorca cuando más llovía, sin caer en el habitual ataque de pánico que sufren los entrenadores en Chamartín. El caso es que hubo material de sobra para apreciar la categoría del partido.Según una ley que viene de la tradición, cualquier equipo que desaprovecha sus primeras oportunidades en Chamartín está condenado a la derrota. Por una vez, el Mallorca desafió esta costumbre. No marcó en ninguna de sus excelentes oportunidades en el primer tiempo, pero se llevó la victoria. Excepto en el sofocón que sufrió tras el gol de Ibagaza, el Mallorca jugó con la autoridad que venía anunciada por su empate frente al Deportivo y su victoria ante el Barça. Nada de lo que hizo en Chamartín estuvo relacionado con la casualidad. Demostró oficio y recursos para imponerse con mérito. No sólo jugó bien, sino que lo consiguió frente a un rival excelente. Con todas sus imperfecciones, el Madrid tuvo una entereza elogiable. Y fútbol. La presencia de MacManaman en la última media hora provocó un efecto extraordinario en el equipo. Justo en el momento más delicado, el Madrid jugó con dinamismo, criterio y clase. También con paciencia. Lejos de caer en la desesperación, abrumó al Mallorca con un preciso ejercicio de elaboración. El Mallorca estuvo a punto de levantar la bandera blanca, pero fue entonces cuando el Madrid echó de menos a Raúl, Morientes y Figo.

REAL MADRID 0 MALLORCA 2

Real Madrid: Casillas; Geremi, Hierro, Karanka, Roberto Carlos; Figo, Sanchis (Morientes, m. 46), Makelele, Munitis (Savio, m. 59); Guti (McManaman, m. 46) y Raúl.Mallorca: Franco; Olaizola, Niño, Nadal, Soler; Finidi, Marcos (Novo, m. 53), Engonga, Ibagaza; Etoo (Stankovic, m. 65) y Luque (Carlos, m. 77)

Goles: 1-0

M. 54. Engonga recupera un balón en el medio campo, se escapa de Figo y envía un pase profundo a Ibagaza, que aparece por detrás de la defensa y supera a Casillas con un excelente globo.2-0. M. 90. Carlos recoge un pase y bate a Casillas de tiro habilidoso. Árbitro: Puentes Leira. Amarilla a Novo y Stankovic. 67.410 espectadores llenaron las gradas del Bernabéu. 75 millones de recaudación. Se guardó un minuto de silencio por las tres víctimas del atentado terrorista de ETA del pasado lunes y por el fallecimiento del ex jugador del Madrid Guillermo Pons Serra, que jugó desde 1946 a 1952.

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Desde una perspectiva general, el Mallorca desarrolló un partido más completo. De ahí la justicia de su triunfo. En la primera parte negó al Madrid sus mejores armas. Si Roberto Carlos significa una amenaza por la virulencia de sus incursiones, nada mejor que someterle a la preocupación de colocarle un jugador en el espacio que abandona. Luis Aragonés puso un tren de jugadores en la banda del brasileño: Olaizola, Finidi y Etoo, que giraba a la derecha cada vez que Roberto Carlos comenzaba sus carreras. Ese movimiento generaba un estado de emergencia en la defensa madridista cada vez que tenía que detener los contragolpes. No fue casual el protagonismo de Casillas, de nuevo en su papel de gran portero.

Otro de los méritos del Mallorca estribó en el grado de solidaridad de todos sus jugadores, aun de aquellos menos dotados para los esfuerzos defensivos. En ningún momento permitieron el mano a mano de los extremos con los laterales, que siempre recibían la ayuda para tapar los regates. En este punto, nadie resultó más admirable que Ibagaza, situado en la banda izquierda durante la primera hora. Ibagaza acudió a auxiliar permanentemente a Soler en el marcaje a Figo, como lo hizo Finidi con Olaizola para tapar a Munitis. Los dos extremos terminaron por aceptar su derrota. Munitis fue sustituido por Savio y Figo acabó agotado, sin energía para tirar del equipo en el segundo tiempo.

Al Madrid se le acumularon bastantes problemas. El Mallorca sólo le dio salida por la zona de Geremi, intachable en su persistencia para progresar por la banda, pero poco claro con el balón. Tampoco podía encontrar juego por el medio. Makelele es un buen jugador de acompañamiento, y Sanchís -titular por la baja de Helguera- no se distingue por su capacidad para tirar la hebra. Del Bosque así lo entendió, y le cambió por Morientes en el segundo tiempo. Guti se retrasó para acompañar a Makelele, sin resultados significativos. El espléndido gol de Ibagaza -un sombrerazo sobre Casillas- certificó la superioridad del Mallorca hasta entonces.

McManaman sustituyó a Guti, repentinamente mortecino, y resolvió de un plumazo las dificultades del Madrid. A su dinamismo añadió la facilidad para jugar a un toque, generalmente profundo. Tantas veces criticado por su querencia a trasladar la pelota, McManaman se asoció a una velocidad vertiginosa con todos los delanteros, especialmente con Savio. Durante casi 20 minutos, el Madrid jugó maravillosamente, a toda mecha, pero una precisión asombrosa. Le faltó contundencia, cosa extraña cuando Raúl y Morientes están por medio, pero Raúl anda apagado hasta ahora.

Ante el acelerón madridista, Luis Aragonés tomó las decisiones perfectas. No emitió señales de dudas. Primero entró Stankovic y después Carlos. El Mallorca se rehízo y detuvo el temporal. Las líneas comenzaron a adelanterse, el balón circuló de nuevo y el partido se igualó de nuevo. Era la peor noticia para el Madrid, que dobló definitivamente la rodilla con el tanto de Carlos, otro gol de bandera para un gran partido.

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