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Silicon Valley se aleja de Gore

En un país en el que las inclinaciones políticas se miden en dólares, Silicon Valley ofrece, en forma de contribuciones, una de las paradojas más contradictorias de las elecciones estadounidenses. Los líderes de la nueva economía han sido más generosos con George Bush, el candidato del viejo estamento empresarial, que con el tecnócrata Al Gore. Según los últimos datos del Center for Responsive Politics, la institución que mide el volumen de las contribuciones a la campaña electoral, las compañías que forman la élite tecnológica del país en Silicon Valley han donado 12 millones de dólares (2.400 milones de pesetas) a los republicanos y apenas 10 a los demócratas. Sin embargo, ese reparto es mucho menos equilibrado cuando se contabilizan las donaciones directas a las campañas presidenciales: Bush ha recaudado más de un millón de dólares, el doble que su contrincante. El dato tiene aún más valor para Bush al venir de la tradicionalmente demócrata California.

Bush apenas usa un ordenador para jugar al Solitario y sólo menciona Internet si es para mofarse de Gore por haberse adjudicado la iniciativa de inventar la red. Gore, en cambio, se mueve permanentemente conectado a Internet en su pequeña agenda electrónica e insiste en que hizo lo que pudo en el Capitolio por ayudar a que el ciberespacio se convirtiese en lo que es hoy día.

Implicación del Gobierno

Ése es, en parte, el problema de Gore en Silicon Valley: la industria identifica al vicepresidente con una corriente política que defiende la implicación del Gobierno en el desarrollo del sector. En los despachos de esta región, al sur de San Francisco, ha calado el mensaje que Bush intenta esparcir por todo el país: Gore representa los tentáculos de un Washington poderoso frente a un candidato republicano que nunca haría nada por entorpecer, o ni siquiera supervisar, el comportamiento del sector. Bush y Gore coinciden en todo lo que puede afectar de una u otra manera a ese desarrollo: apoyan el libre comercio, quieren ampliar el número de visados para importar trabajadores cualificados y ni se atreven a mencionar la posibilidad de acabar con la moratoria fiscal que disfruta el comercio electrónico. En la era de las comunicaciones, del poder de Internet y de las megafusiones no deja de ser contradictorio que ninguno de los dos candidatos mencione ni por asomo su posición frente a las nuevas tecnologías.

Ahora bien, detrás de las coincidencias hay un factor que justifica este fenómeno político que extrañamente inclina el apoyo de las empresas más innovadoras hacia los políticos más conservadores: ese factor es el caso Microsoft.

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