Lo que queda después del agua
Barro, fango y lodo. Cepillos y palas. Mangueras, bombas de achique y grupos electrógenos. Agua sucia. Caras largas. Pantalones y calcetines secándose al sol. Más barro.Los municipios de Nules, Moncofa, Almassora, Benicàssim y Oropesa vivieron ayer el día después. Después de cientos de litros de agua, caída en poco más de 36 horas, llegó la bajada. Y, en muchos casos, fue peor. Porque el agua ha dejado mucho por el camino. Ramas, plásticos, maleza y, sobre todo, mucho barro, suciedad, impotencia y rabia contenida.
Oropesa es una de las zonas en las que el desastre comienza a ser más palpable. En uno de los aparcamientos de la playa de La Concha, una bomba del Consorcio Provincial de Bomberos trataba ayer de extraer los cuatro millones de litros de agua estancada. En otro aparcamiento, el achique posibilitó la entrada de una grúa para retirar todos los vehículos estacionados. Las calles desdibujadas, las sillas de los establecimientos mostrando sus sucios bajos y las máquinas -tragaperras, de tabaco, de bebidas-, todas, irrecuperables. Pese a que el sol trataba de animar la mañana, los propietarios de los bajos, las viviendas y los locales sólo lo veían como el mejor y más grande de los posibles secadores.
El desbordamiento del Chinchilla ha hecho estragos en Oropesa. El propietario de una heladería, instalada a un nivel más bajo que el mar, echaba con rabia a la calle todas las tarrinas y depósitos de helado que, sobre el mostrador, habían sobrevivido al hundimiento en el más de un metro que anegaba el local. Una peluquería, una tienda de muebles de mimbre, inmobiliarias, un hotel y varias decenas de tiendas de todo tipo parecían, como en un cuento, cubiertas de chocolate. Pero las caras de sus propietarios no eran dulces, y menos cuando, en silencio, hacían que sus cepillos recorrieran el suelo, una y otra vez, sin conseguir que apareciera el color del pavimento. Junto a ellos, un transformador humeante.
El asfalto de la avenida Columbretes sólo se puede adivinar bajo una gran cúmulo de fango que, en los bordes, bloquea el discurrir de una acequia que desemboca en la playa. A ambos lados del vial, las viviendas, bares, restaurantes, un camping, todo parecía abierto, como en pleno verano, aunque en su interior sólo se adivinaban las siluetas de los vecinos tratando de encontrar algo seco o, al menos, limpio. En esta calle, se encuentra el local que regenta Gabriel, un hombre que por la tarde, seguía trabajando a destajo con una pala. "Me he encontrado todo flotando", aseguró. Gabriel acudió a su bar el pasado martes, acompañado de una mujer, con el objeto de limpiar la parte interior. Creía que la tormenta amainaría pero como arreció fue a buscar un saco de cemento y unos ladrillos con el fin de bloquear la puerta y evitar que entrara el agua. "Cuando volví, el agua me llegaba casi a la cintura y tuve que sacar a la mujer atando una cuerda al coche", relató. Gabriel no es un hombre de los que se amilanan con una adversidad pero aún ayer, cuando contaba lo sucedido, una lágrima osó asomar por su ojo derecho. "Había decidido reinvertir los beneficios del verano, comprar género y no cerrar el local", decía, "y ahora, lo poco que tenía se me ha ido", añadía. "No me queda nada, ni afán, ni ganas de seguir. El agua se lo ha llevado todo".
En el resto de los municipios, la cantidad de agua encharcada ha provocado que todavía sea imposible, incluso, acceder a varias zonas. Las calles de la playa de Nules aparecían, en varios puntos, con más de un metro de agua, convirtiéndose en paseo de gaviotas. Junto al estanque de la zona marítima, los patos abandonaron su, hasta ahora, restringida área para deambular a sus anchas. En Moncofa las bombas de achique también trabajaron durante todo el día, pero en la playa todavía quedaban zonas anegadas.
En la mayoría de los casos, por debajo del nivel del mar, sólo se ubican aparcamientos donde el agua ha llegado a superar los dos metros. En las casas, el conflicto es también la suciedad, con lo que las mangueras constituyeron ayer uno de los elementos más buscados. Y en Castellón, la zona más afectada, que ha sido la Marjalería, todavía no sacado a flote el daño provocado, mientras unos a otros se culpan del mal funcionamiento de las bombas de achique. Este área, ocupada en su mayoría por viviendas de segunda residencia, tardará un par de días en recuperar su aspecto habitual, después de esta gota fría que sí ha logrado que las garzas vuelvan al lugar que siempre ocuparon.
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